Berenice se golpeó la
frente tratando de recordar, juraba
haber visto a ese hombre en algún lado. Mentalmente pasó revista de
aniversarios, bautizos, galas y pompas fúnebres.
El hombre de la
chaqueta gris volteó para tomar una copa de champagne del servicio que pasó a
su lado, discretamente mordisqueó un panecillo con caviar y sin perder la
compostura se limpió los labios.
Decidida al fin
después de tantos titubeos, se levantó para saludarlo. En ese instante, se
desprendió una cortina de lava hirviendo. El acercamiento no fue posible, el
hombre impecable estaba rodeado de fuego.
Imagen: Kees van Dongen
Imagen: Kees van Dongen
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