domingo, 30 de marzo de 2014

PAISAJE DESPUÉS DEL CAOS

Eran las cinco de la mañana cuando Ulises llegó al muellecito de madera. En la playa estaban las  redes zurcidas, los remos pulidos, la barca reparada. El aire tenía un fuerte olor a sal, a corales, a guano de gaviotas.

A sus oídos llegaron historias de marinos crepusculares, de ballenas gigantescas como islas, de medusas fosforescentes igual que soles, de leviatanes bellísimos que se confundían con sirenas.

Se abrieron los océanos como el Mar Rojo de los hebreos. Ulises estaba en la otra orilla, con el cuerpo cubierto de escamas magníficas y en lugar de pulmones, branquias florecidas de rémora eterna.



Septiembre de 1987

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