lunes, 24 de marzo de 2014

NI UN MINUTO MÁS NI UN MINUTO MENOS




Si me quieres
no me recortes
quiéreme toda
o no me quieras.

Dulce María Loynaz



La felicidad me saludó como todas las mañanas, con la puerta en las narices, en todo caso, por la pluralización,  debo tener más de dos órganos del olfato.

Dubitativo y con mi apéndice de hebreo, rosa escarlata y adolorido, pensé, la susodicha felicidad se toma el privilegio de la rectitud, ni más allá ni más acá. Sin pensarlo dos veces, esa misma felicidad me arrancó el corazón con sus dedos de hielo.

Todos piensan que la felicidad es como la pintan, pero no, a veces asemeja un cuervo graznando encima de tu cabeza, otras veces un lebrel con el hocico lleno de espuma.

En ocasiones, la felicidad dicta tu estilo de vida; si te acostaste enojado puedes tener pesadillas; si lloras en silencio, es un cólico de amor dolido. Muchas veces puedes bailar con ella a pesar de tener un cuerpo de espantajo.

La felicidad es un guiño, una burbuja efímera como un suspiro, un hálito de bosque que se evapora, unos labios ansiosos por besarte, un heliotropo que fallece cuando el sol se oculta.

Siempre ha sido así, por los siglos de los siglos, amén.


Marzo de 2008

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