Existe una música sacra
en tu cuerpo frutecido. Un aire diáfano sin horarios. Un desesperado hábito por
llegar al pistilo de tu sexo. Tu dermis, macerada por plenilunios, es fuente
donde calmo esa sed alucinante que me enerva. Mi amor por ti es un topacio
clavado en el fondo de tu corazón enhiesto, un pequeño colibrí que liba el
néctar de tus pechos.
José González Gálvez
Domingo 8 de noviembre
de 2020
Fotografía: Rogelio
Cuéllar
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