viernes, 28 de junio de 2013

RAINER MARÍA RILKE (FRASE)


CEMENTERIO PERE LACHAISE

Duerme aquí, silencios e ignorado,
el que en vida vivió mil y una muertes. 

Xavier Villaurrutia



Para Angélica Carmona



Escucha, recorres la necrópolis, el magno recinto de arquitectura neoclásica. Monumento decimonónico. Urbe impenetrable, laberíntica, ordenada dentro del caos. Caminas lentamente, tropezando con volutas de niebla, acarreando un sudario de bostezos. En vigilia, con un frío inmisericorde que te corta los huesos y te lame las entrañas como medusas de hielo. Pisando las huellas de cientos de ánimas, hilachos podridos que acudieron puntuales a la cita con el péndulo.

Los árboles desnudos tienen las ramas ateridas y los troncos rugosos. Silenciosos centinelas del silencio, que perdieron las lenguas verdes y los ojos se les cayeron como castañas podridas. Las hojas secas se arrastran empujadas por el viento, dentro de un enmudecido condominio de huesos en polvo, perturbados a veces por el graznido obsceno de los cuervos. 

Bellos mausoleos de mármol y granito, resguardados por pesadas puertas cubiertas de herrumbre, profanados por la soledad, violados por la miseria del olvido. Suntuoso columbario, que guarda las cenizas frías de muchas palabras que crepitaron en los hornos del adiós. Cementerio de voces que ayer gritaron. Hoy solo son lamentos que se confunden con el ulular tranquilo del viento.

Gritó el Rey Lagarto, y su agonía en la tina de baño se confundió con el sopor dulzón de los sueños artificiales. LIGTH MY FIRE aulló Jim Morrison, y el fuego se extinguió con todo y pabilo. Bramaron de dolor los HOMBRES DE MAIZ de Miguel Angel Asturias, y su mitología fue traicionada por la dictadura atroz de los emperadores del miedo. Cantó María Callas el aria triste de la ópera NORMA, cuando el desconsuelo se volvió miedo en el refugio de su orfandad. Gritaron también Edith Piaf, Frédéric Chopin, Isadora Duncan, Amedeo Modigliani, Paul Éluard, René Lalique, George Bizet, Sarah Bernhardt, Gustave Doré, Max Ernest y Oscar Wilde, que ahora duermen arrullados por los ángeles que en invierno se cubren de muérdago.

CEMENTERIO MARINO de Paul Valéry, que en sus primeros versos menciona esas tumbas que palpitan bajo el sol de mediodía, ese panteón de sal que se desborda en los límites del dolor ajeno.

José González Gálvez


En París, una mañana húmeda de 2004

EL MALOGRADO AMOR DE SEBASTIÁN

Para Jaime Humberto Hermosillo


Un baño de luz desnudó el cuerpo sublime de Sebastián. Una luz de cuarzo líquido, opalescente luz húmeda.

Adormilado, se giró quedando boca arriba, sus pectorales lampiños oscilaban en un ritmo exageradamente lento. Sus tetillas pardas, florecieron temprano dentro del compás de un solsticio ebrio. Los pies delgados, impregnados de lavanda, de aguamiel, exhalaban un perfume dulce y animal al mismo tiempo. El cabello caía en rizos sobre la almohada, abundante cascada de ajonjolí dorado.

Vi a Sebastián soñando el sueño de los arcángeles. Diáfano en esa luz cetrina de fines de otoño. Apacible.

No lo interrumpí. Lo dejé navegando en los siete mares de la indulgencia. En la pacífica brisa que viene de occidente.

El olor de Sebastián, marcó para siempre mi frente con una cruz de dolor. Hoy, después de varios años, mi cuerpo aún sangra por un costado, y los estigmas son perpetuos como monedas de plata brilladas por la luz eterna.

José González Gálvez 


Noviembre de 2009

martes, 18 de junio de 2013

OCTAVIO PAZ : PREMIO NOBEL


BRUNO ES UN GATO QUE A VECES NOS VISITA

Para Emilia Ponce, quien como siempre tiene la razón. 


En este relato he decidido llamarme Morgana, como la bruja del simple de Arturo y todos sus Caballeros de la Mesa Redonda que siempre he sospechado fue cuadrada. Soy amante de las mitologías. Por eso decidí rebautizarme así en el lenguaje secreto de mis amigos íntimos. Mi nombre más cercano en el santoral significa: Virgen. Que fastidio. Pero amo ser Morgana este verano.

A pesar de que enarbolo con mano firme la bandera de mujer liberada, en el fondo me siento atada al convencionalismo social y a un apellido de abolengo. No puedo cortar de tajo el cordón umbilical de lo establecido. Soy ambivalente, critico pero no produzco, destruyo pero no creo. Antiguamente lectora incansable, ahora cinéfila empedernida, en una etapa anterior aprendiz en un taller de teatro, aeróbica y fisicoculturista. Vivo encerrada en mi Isla Misteriosa, en mi Torre de Marfil, soy una típica Robinsona.

Siento la noche como epidermis de felino (Felis catus), como un ejemplo de breviario cultural para este relato. Los gatos son fascinantes, fetiches necesarios en el encantamiento del amor. Los adoro cuando veo el topacio encendido de sus ojos, dos brazas oblicuas, insondables. Me enternece su ronroneo y el terciopelo atigrado de sus lomos. Amo el placer que me producen las cosas bellas, los cuerpos deseables, el sopor dulzón que persiste después de la mecánica del sexo.

De todas las mascotas que llegan a mi casa, Bruno es mi preferido, me imagino que debido a ese instinto de veterinaria de pueblo que no he podido desterrar a pesar oficio actual de mujer de negocios: business woman (traducción).

Bruno ama a Morgana. Y siento su lengüeta cálida lamiendo mis pies, su pelambre erizado frotándose contra mis piernas. Escucho sus maullidos que reclaman atención. En la ortofónica la voz de Cat Stevens con “Where to the children play” y Gato Barbieri con “Encontros”. Bruno, entrega de bostezos y miradas fijas, rodar de bolas de estambre, almohadones en el suelo y gasas en los sofás.

Bruno de mis tardes de tedio.

Bruno de mis noches de ansiedad.

Bruno de mis amaneceres plagados de recuerdos.

En la literatura contemporánea existen dos gatos relacionados con los placeres de la piel: “El gato” de Juan García Ponce y “Orientación de los gatos” de Julio Cortázar, y un excelente ensayo de Julieta Campos, sobre las apariciones gatunas en las letras: “De gatos y otros mundos”.

Ayer tarde me preguntaron quien era Bruno, simplemente les respondí: -Bruno es un gato que a veces nos visita.

José González Gálvez


Coatzacoalcos, Veracruz 1985

Imagen: Louis Wain


RAY BRADBURY: FRASE









ALCOBAS DONDE DUERMEN LOS SUEÑOS

Te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura.

Xavier Villaurrutia


Desde hace veinticuatro meses exactamente, soy dueño absoluto de mi recámara. ¡Por fin, mi anhelada zona sagrada!

En el centro de la habitación se enseñorea mi cama queen size, vestida con sábanas azules de algodón y cinco almohadones con fundas de la misma tonalidad; un pareo hace la función de sobrecama. De ambos lados, existen dos buroes de madera cruda con herrajes antiguos, sobre ellos un par de lámparas de cerámica blanca en forma de cilindro con base de aluminio. A modo de cabezal, la pared desnuda, pintada de color piñón. Del lado derecho se encuentra una vitrina de rattán con mis portarretratos favoritos, con fotos de mis hijos, mi hermana, mi mamá y una Santísima Trinidad que perteneció a mi abuela Celia; un gato de porcelana que compré en Sausalito, y una lámpara votiva art decó. Enfrente, un amplio closet de caoba.

En el lado izquierdo de la cama existe un ventanal que ocupa la pared completa, en la esquina, una maceta de barro con un laurel de la India recortado. El baño es pequeño pero confortable, el sanitario cómodo, el lavabo bien fijado. En la regadera paso momentos inigualables, refrescándome y cavilando en las bondades únicas del agua.

El balcón, siempre con las ventanas abiertas, es mi refugio verde. Por ahí quiero que entre la rosa de los vientos cuando esté desorientada, y el invierno terrible que me abanicará en el momento en que mis huesos se despostillen, y la memoria se equivoque en las esquinas de los cuatro puntos cardinales.

Aprendí a dormir desnudo, porque cuando descanso quiero sentirme sin ataduras, pienso que de esa manera la piel se recompone y tonifica. Cuando hace un poco de frío me cubro con un edredón ligero.

Actualmente leo un diario de viajes de Julieta Campos, escucho música chillout, lounge, o jazz, prendo incienso con olor a lavanda o sándalo, y cuando el sueño me invade duermo placenteramente, sin sobresaltos. 

La recámara es mi refugio, mi muro de los lamentos, mi quinto misterio gozoso, mi amante furtiva. Es donde escribo, donde creo, donde doy vida a mis inquietudes y donde barloventeo en la mar oceána de los sueños.

José González Gálvez 


Febrero de 2011


viernes, 7 de junio de 2013

MIS CINCO NOVELAS IMPRESCINDIBLES


…en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.








Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer.










Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo.













Te amo Diego, ahora mismo siento un dolor casi insoportable en el pecho. En la calle, así me ha sucedido, me golpea tu recuerdo y ya no puedo caminar y algo me duele tanto que tengo que recargarme contra la pared.












…teniéndote en los brazos, amor de siesta o duermevela, entreviendo en esa mancha clara la puerta que se abre a la terraza, en una ráfaga verde la blusa que te quitaste para darme la leve sal que tiembla en tus senos.