domingo, 16 de abril de 2017

CON EL RECUERDO DE TU NOMBRE EN MIS LABIOS



Todo se mueve en el oleaje interno
de tu orgasmo.
Cuando me separas
soy un buzo sin escafandra
que se ahoga
en el reflujo sexuado de hipérboles.
Tu voz me sabe a mar amándote
como juego de cetáceos gigantescos
antes de la copula.
Eco intenso de dolor
en el laberinto de medusas trasparentes.
Mar adentro de tu cuerpo
fluyendo rabioso por tus orificios expuestos.
Que solitario y callado estoy
en el océano de tu piel debilitada.
Es tu olor que me huele
a sargazos, trilobites, radiolarios.
Amar, amargura, amarre
todo me confunde en la brújula descarapelada
de un buque solitario.

José González Gálvez 

Septiembre de 2009



RESPLANDOR UNO


La estrella se expandía y se enfriaba, haciéndose
otra vez una nube desgarrada y roja.


Arthur C. Clarke: El fin de la infancia
        

Después de la segunda explosión, Fetia 063 una joven delgada y pálida debido a la falta de luz natural, despertó turbada y con un desorden de congoja en el cuerpo. Quiso hablar, pero sus palabras eran simplemente un remedo, un murmullo ininteligible.

Se levantó con dificultad. La oscuridad parecía filtrarse a través de un embudo gigante. Pulsó el interruptor. Las cortinas de metal se corrieron lentamente produciendo un chillido penetrante. Los ventanales perfilaban un horizonte fastuoso; el cielo parecía un enjambre de puntos luminosos. Apesadumbrada trató de recordar su origen pero no pudo, una membrana pálida se había formado poco a poco alrededor de su cerebro como un capullo de seda translúcida.

Desde pequeña soñaba con estrellas fugaces, con caudas de cometas, con lluvia de aerolitos, con polvo sideral. La mañana de la anunciación, las puntas de cristal estaban intactas, los obeliscos permanecían inalterables, las pirámides cumplían con su misión, pero los museos habían cerrado sus puertas. La historia había claudicado al paso de las novedades, deteriorada por el movimiento de las barras magnéticas y los asteroides. Fetia 063 había renunciado a su investigación de Phobos y Deimos, de pronto los satélites artificiales de Marte habían perdido su interés. La migración de cefeidas y novas en el mapa interestelar de la galaxia ya no llamaban la atención de nadie. Se clausuraron los observatorios y los planetarios.

Todo estaba extinguiéndose lentamente sin dejar indicio alguno. Mortificada, sospechaba que vivía en un mundo irreal, rodeada de siluetas y duplicidades, manejada por el engranaje de un reloj atemporal. No existían escenografías, solo proyecciones holográficas de danzas ignotas y bestiarios insulares acompañados de música de sintetizadores ocultos en los pasillos desnudos y en los laberintos interminables. Un sonido escalofriante como sonidos lejanos de tiempos vencidos por suplicio fatídico de los años.

Por regla general debía permanecer en su gabinete después de la mediatarde. Estaba nerviosa, en la lista de las exclusiones no figuraba su nombre, muchos habían partido con anterioridad al refugio en Palus Somni. Tomó un libro de su biblioteca particular, un texto anacrónico purgado de las listas oficiales, Lo abrió en la página 19 y después en la 54. La historia escrita en letras de moldes antiguos, en un alfabeto descontinuado de la computadora nodriza, relataba en forma de saga, la última expedición a las nebulosas de Andrómeda y Cabeza de Caballo en una nave interestelar, esa era la misión, pero los viajeros no se detuvieron ahí, siguieron más adelante, más allá de las Nubes de Magallanes hasta llegar a las galaxias fantasmas de Hidra. Los pasajeros, Urko y Rodam jamás volvieron, se reportaron desaparecidos en el dossier espacial.

Pero Fetia 063 conocía la verdad, la intuía. Ellos seguían vivos, detenidos en las nubes brumosas de polvo frío y de gas, en la niebla cósmica del infinito, atrapados en el árbol genealógico de las estrellas, eternamente jóvenes, con un halo de majestuosidad en sus cabezas y un aura de bienestar en sus cuerpos, indemnes, con apariencia de dioses.

Cerró el libro de golpe, había memorizado la historia y sabia de las consecuencias finales. No quería marcharse a Palus Somni en la Luna. No deseaba dormir para siempre dentro de un cilindro repleto de hielo seco, empollando una biosfera solemne y beatífica, esperando nuevos horizontes y un mañana sin temores. Sospechaba que había otra verdad, se daban casos de planetas borrados de la faz de la Vía Láctea por el horror a las epidemias y al contagio, por el bombardeo atómico y la destrucción.

Cuando escuchó el bramido de la explosión se desesperó por completo. Era el primer equinoccio del año. Sin pensarlo abrió las ventanas. La saludó el frío y la humedad de una atmósfera desconocida, polinizada. Su compartimento se comenzó a llenar de amapolas, retoños que florecían en fracción de segundos, mostrando sus corolas insólitas y sus pistilos mágicos. Empezó a bostezar lentamente, antes de quedar inconsciente levantó la palanca de seguridad que sellaba las compuertas, poco a poco se fueron abriendo las esclusas y los domos. Cuando amaneció, las campanas de plata sonaron inútilmente. Todo el mundo permanecía dormido.

José González Gálvez 

Coatzacoalcos, agosto de 1987

SONETO DE SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ DEDICADO A MARÍA LUISA GONZAGA MANRIQUE DE LARA, CONDESA DE PAREDES, VIRREINA DE MÉXICO




“Yo adoro a Lisi, pero no pretendo
Que lisi corresponda mi fineza;
Pues si juzgo posible su belleza,
A su decoro y mi aprehensión ofendo”

jueves, 6 de abril de 2017

QUINTETO DE MOGADOR


Escribir con agua, peculiar definición de la fragilidad sustancial a toda escritura. Y título que di a la breve reunión de algunos de mis poemas de orientes lejanos que me publica ahora Miguel Ángel Calleja, en su editorial Parentalia, y que presentamos en la Feria del Libro de Minería, Escrito con Agua.

A lo largo de los años he explorado con curiosidad atenta varios orientes. Como viajero y como lector. Pero siempre será mucho más lo que quiero conocer y reconocer. El libro todavía inédito de crónicas, instantáneas y ensayos, algunos publicados en periódicos y revistas, se titulará, tal vez, Viajar es enamorarse despacio. Y en él, orientes lejanos y cercanos son el eje de mi relación apasionada con una parte del mundo.

Mi relación más intensa ha sido, por supuesto, con los muchos Méxicos que laten en nuestro país y que nuestros gobernantes con frecuencia no saben ver, les incomodan, no saben cómo pensar ni comprender. Y mucho menos incluir en sus proyectos de modernidad. Ésa ha sido por casi treinta años la labor que hemos hecho en Artes de México, explorar los orientes y los occidentes siempre sorprendentes de nuestras culturas.

Mi segunda relación larga e intensa ha sido con Marruecos. Y en especial con la ciudad portuaria de Mogador. Donde se sitúan en parte cinco de mis novelas y algunos cuentos: Nueve veces el asombro, Los nombres del aire, En los labios del agua, Los jardines secretos de Mogador, La mano del fuego; el relato “La huella del grito” y los poemas de Decir es desear. Por más de treinta años he escrito sobre esa ciudad, en ella y con su gente, sobre todo mujeres que he escuchado atentamente hablar de su deseo.

Alberto Ruy Sánchez Lacy
Fragmento del texto de la revista Lee editada por Gandhi


TERCER SONETO PARA FRIDA KAHLO



III
A Frida, enviándole un anillo adornado con el cero maya.

Cero a la izquierda, nada. Yo te digo:
toma esta nada, póntela en el dedo.
Nada en un dedo llevarás sin miedo.
La nada poderosa del mendigo.

Te veo por la nada de un postigo
y eres la cifra que alcanzar no puedo.
Ante tu fuerza saludable quedo
igual a un árbol hueco y enemigo.

Cero sin fin a la derecha es tuyo.
Si pienso en ti –robándote- destruyo
toda la cobardía que me llena.

Nada soy. Todo tú. Con nuestra vida
llena de soledad, yo soy la arena
y tú la raya horizontal sufrida.

Carlos Pellicer Cámara
Las Lomas D.F., octubre de 1953


CORONADA DE MOSCAS



En este momento estoy escribiendo un libro que colecciona muchos años de recuerdos de viajes, que la mayor parte de ellos los he publicado en revistas y periódicos. Estoy haciendo una especie de trabajo sobre todo lo que he visto en el mundo, todo lo que he escrito en un periodo muy largo de años y en geografías muy diversas. Los textos de India formaban parte de ese viaje, pero decidí separarlos porque eran algo que me había impresionado de una manera muy particular: decidí dedicarles un libro completo que se llama Coronada de moscas.

Margo Glantz Shapiro
Fragmento del texto de la revista Lee editada por Gandhi