En una noche
inmensamente silenciosa como pocas, donde no se escuchan ni el barullo del
viento, ni el rumor de las olas que terminan por desaparecer en la playa.
Una joven mujer camina
con dos niñas, una de cada mano. Al fondo el viejo faro continua con su rutina de siempre.
Esta es la portada
del cuarto libro de María de Lourdes, LLOVIZNA DE SILENCIO, que en su
poemario SANTUARIO DE VERSOS, nos
obsequia 21 poemas inusitados, trabajos en verso libre signados con la cruz de
la esperanza y la belleza de los amaneceres. Propuestas que poseen cuerpo y
alma porque fueron gestadas mientras la autora escuchaba la música de Massenet
y ponía a buen recaudo el lirismo más puro que es el inspirado por el amor.
Por mi ventana
el viento rodaba
Escribe Lulú, pero el
viento tranquilo de las noches entraba por una ventana y salía por otra llevándole
ecos de otros vientos, de distancias remotas, de sortilegios para bordar sus
poemas, y así poder escribir:
Tuvo que ser primavera
porque miré la rosa,
porque me hirió su espina,
porque lloré rocío
y en la fértil pradera
germiné junto a ti.
Pero también se
permite hacer juego de palabras para recordarnos la imposibilidad de la
negligencia:
¿Recuerdas…
que olvidamos recordar
nuestros recuerdos?
Lulú es una poeta
forjada lentamente en el yunque de las sensaciones nobles, acrisolada en la luz
de la esperanza, protegida por el sentimiento de amistad que la une con la
vida.
De su poema Llovizna de silencio, me permito
escribir lo siguiente:
La marea lenta, llena
de silencios y susurros, que maneja María de Lourdes con sus dedos y las fibras
del corazón, tienen una directriz fijada desde que la luz es luz y el agua de
mar es infinita. El viento sopla para que todo navegue y el calor saque a relucir
los misterios de una piel que no ha perdido la capacidad de asombro, y el sol
se esconda en invierno y los sueños sean rapsodias que se repiten en los
silencios más profundos. En el mapa privilegiado de la escritora, existen
mundos, cielos, estrellas que son alfabetos, lunas, y las estaciones del año
cambian de primaveras a otoños. Pero es aún más, porque el cierzo del norte,
sólo se cubre con el manto nocturno de los sueños.
Esta marea lenta
regurgita en ocasiones, pero María de Lourdes no pierde el timón, y con brazos
ondulantes desciende a ese mar que es madre y mausoleo infausto, ahí puede
contemplar cardúmenes, cetáceos perdidos, mustios habitantes que se mueven con
una rapidez inusitada.
La propuesta de la
creadora es infinita, no existe borrasca que la detenga ni tempestad que la
limite en la búsqueda inagotable del oscuro objeto del deseo, la llovizna es el
plano, y el silencio convertido en lirismo, el más hermoso estado de gracia de
María de Lourdes.
Coatzacoalcos Veracruz julio de 2012
¡Qué hermoso!... leer tu presentación me trasladó al cielo... desde donde se gestó mi "llovizna de silencio"... Gracias amigo querido...
ResponderEliminarLulú Marín de Muñoz