lunes, 9 de diciembre de 2013

CORAZÓN MÍO QUE ARDES DE NOCHE

Porque tú siempre existes donde quiera
pero existes mejor donde te quiero
Mario Benedetti






Tu imagen me dañó por siempre
demasiado tarde descubrí la estratagema
ya estabas dentro de mis huesos
tu sangre circulaba con la mía
tu almizcle me caló muy hondo
ya no pude escapar de la telaraña
sutilmente fuiste tejiendo mi destino.
¿Ahora qué puedo hacer con mi locura?
con mi dolor que se arrastra por los suelos
con los recuerdos que me calan muy dentro.
¿Qué debo hacer con la humedad
que se debate entre mis piernas?
con las sombras que me arrancan
las lágrimas más recalcitrantes.
¿Qué hacer con las páginas que escribí
delirante, alimentado por tu cuerpo
que ahora es una fumarola
que se extingue lentamente y en silencio?
¿Qué hacer con el aire que llena mis pulmones?
¿Qué hacer con esta sed que me rasga las entrañas?
con esta cicuta que voy ingiriendo poco a poco
con las neuronas que se destazan
en un campo de batalla perpetua.
¿Qué voy a hacer amor infinito
con este corazón mío
que únicamente arde de noche?

José González Gálvez


Abril de 2013



LA VISITA DE LA OTRA NOCHE

Tengo casi cinco días de compartir mi departamento con una mariposa agorera, llegó sin avisarme una noche lluviosa, y efectivamente esperaba un amigo para cenar. Sobrevoló un poco cuando entró Adrián portando una botella de vino tinto que estuvo a punto de tirar, tratando de quitársela porque ya la imaginaba sobre su cabeza. Se posó tranquilamente en una esquina cerca del cortinero y ya no se movió para nada. Mi invitado se marchó después de casi seis horas, y mi nueva inquilina ni se inmutó. Cerré la puerta, levanté lo de la mesa, fui a la cocina, apagué las luces, y me encerré en la recámara, esa noche dormí a pierna suelta como suelen decir.
Con el trajín diario no me acordé de mi visita inesperada, fue hasta la noche, cuando llegué al departamento que la busqué instintivamente, ahí estaba, no se había movido ni un ápice, hasta llegué a pensar que se había muerto y estaba atorada en las pinzas de la cortina. Como estaba muy cansado me fui directo a la cama.
A la mañana siguiente me estaba preparando un jugo, cuando noté que mi invitada estaba volando tranquilamente como reconociendo su nuevo entorno. Y sin prisas me acompañó durante el desayuno. Ya en confianza la bauticé con el nombre de Caliope, y creó le gustó su nuevo apelativo porque voló más bajo y muy cerca de mí. De que se alimenta, lo ignoro, de todos modos dejo por todos lados platitos con agua azucarada.
Ahora Caliope se posó en la puerta de la recámara y no se mueve para nada. Ya la observé detenidamente, sus alas extendidas son parduscas atigradas, con manchas negras y blancas, no tiene antenas, creo las perdió al chocar contra alguna pared perseguida por un depredador humano, las patas ligeramente en ángulo recto están detenidas en la madera. Ya no tengo necesidad de cerrar la puerta, se que Caliope me cuida con esmero, y créanme duermo plácidamente.

José González Gálvez


Julio 20 de 2013