martes, 7 de abril de 2020

UN SONETO DE PITA AMOR




XIV
Es la rosa enlutada, anochecida.
Con un cáliz de púrpura maldita.
La rosa de tinieblas que palpita
por mis venas de rosas sin salida.

Es la rosa una flor siempre en huida.
La rosa de tinieblas infinita
igual que mi conciencia tan contrita.
Igual que mi conciencia tan dolida.

Es lo opuesto a la hermética granada
que contiene su sombra encarcelada.

Y la rosa se abre en mil pedazos
fulminando la luz de los ocasos.

Es la rosa lo mismo que mis labios
tan ávidos, sedientos y tan sabios.

Imagen: Tina Modotti 



UN POEMA DE VICENTE HUIDOBRO (FRAGMENTO)





CANTO I

La magia y el ensueño liman los barrotes
La poesía llora en la punta del alma
Y acrece la inquietud mirando nuevos muros
Alzados de misterio en misterio
Entre minas de mixtificación que abren sus heridas
Con el ceremonial inagotable del alba conocida.
Dadme la llave de los sueños cerrados
Dadme la llave del naufragio
Dadme una certeza de raíces en horizonte quieto
Un descubrimiento que no huya a cada paso
O dadme un bello naufragio verde
Un milagro que ilumine el fondo de nuestros mares íntimos
Como el barco que se hunde sin apagar sus luces
Liberado de este trágico silencio entonces
En mi propia tempestad
Desafiaré el vacío
Sacudiré la nada con blasfemias y gritos
Hasta que caiga un rayo de castigo ansiado
Trayendo a mis tinieblas el clima del paraíso

Compañía Iberoamericana de Publicaciones, Madrid 1931

UN POEMA DE GILBERTO OWEN



Booz canta su amor
Me he querido mentir que no te amo,
roja alegría incauta, sol sin freno
en la tarde que sólo tú detienes,
luz demorada sobre mi deshielo.
Por no apagar la brasa de tus labios
con un amor que darte no merezco,
por no echar sobre el alba de tus hombros
las horas que le restan a mi duelo.
Pero cómo negarte mis espigas
si las alzabas con tan puro gesto;
cómo temer tus años, si me dabas
toda mi juventud en mi deseo.

Quédate, amor adolescente, quédate.
Diez golondrinas saltan de tus dedos.
París cumple en tu rostro quince años.
Cómo brilla mi voz sobre tu pecho.
Óyela hablarte de la luna, óyela
cantando lánguida por los senderos:
sus palabras más nimias tienen forma,
no le avergüenza ya decir “te quiero”.
Me has untado de fósforo los brazos:
no los tienen más fuertes los mancebos.
Flores palúdicas en los estanques
de mis ojos. El trópico en mis huesos.
Cien lugares comunes, amor cándido,
amoroso y porfiado amor primero.

Vámonos por las rutas de tus venas
y de mis venas. Vámonos fingiendo
que es la primera vez que estoy viviéndote.
Por la carne también se llega al cielo.
Hay pájaros que sueñan que son pájaros
y se despiertan ángeles. Hay sueños
de los que dos fantasmas se despiertan
a la virginidad de nuestros cuerpos.
Vámonos como siempre: Dafnis, Cloe.
Tiéndete bajo el pino más erecto,
una brizna de yerba entre los dientes.
No te mueves. Así. Fuera del tiempo.

Si cerrara los ojos, despertándome,
me encontraría, como siempre, muerto.

Casa editorial Firmamento 1946




SOLITARIO DE AMOR QUE ME DEJAS


 


Allá, más que lejos, en esas aguas donde
costumbre y sueño, al abrazarse, hierven
y luego estallan, me hundo para tocar  mi
flauta.
Marco Antonio Montes de Oca: El mar nunca rendido


A veces pienso que caminé más de lo debido, tan solo tengo dos pies y hoy todavía es jueves.
      Cuando mi tía Jacoba tocaba el piano el mundo me parecía un globo de bruma. Me imaginaba caminando en un bosque de tilos vestida con las hojas últimas del otoño. Y ahí estaba yo, desgarrada de impaciencia, con la humedad del amanecer pegada a la piel y un silencio sobrecogedor tan íntimo como el primer día de la creación.
     Mi tía Jacoba y su música me lastimaban la consciencia, de los ojos me brotaban lágrimas, el corazón me sangraba de dolor, las glándulas salivaban menta y toda la noche soñaba sueños regidos por el metrónomo de tu ausencia.
     Los arpegios me desnudaban el alma. Entonces quería caminar, tener alas en los pies y recorrer todos los caminos imaginados dentro de un poema de dolor.
     Y ahora que aún es jueves me siento tan deprimida, tan sin fuerzas, tan incapaz de impedir la fuga de los pentagramas de la tía Jacoba. Me siento enferma en este solitario de amor que me dejas, atrapada en este teorema clandestino de caricias, perdida en un mar de incendios, arrastrada por la vorágine de un último diluvio, cubierta de ficciones, de voces viejas.

José González Gálvez


Imagen: Flor Garduño  

LENTAMENTE, TE BESO TODA


 

Quiero acariciar con la yema de mis dedos la superficie húmeda de tus labios, detenerme por un momento y seguir explorando la cavidad que guarda tu lengua anhelante.
     Besarte toda, espacio a espacio como un náufrago eterno. Comenzaré por tu boca que me espera siempre, sumisa, obediente. Seguiré con tu cuello, ese arco deslumbrante. Luego con tus pechos, tibios como palomas. Tu vientre plano, la oquedad del ombligo. El mar profundo de tu sexo. Tus piernas de color alabastro, y lentamente tus pies diminutos.
     Quiero besarte toda. Despacio.

José González Gálvez

Octubre 4 de 2019


Imagen: David Hamilton

EL ADIOS


 

Todo en mi vida concluye
a pesar del brillo de estrellas
en una noche el sueño intuye
lo que en vigilia se rompe en querellas.

José González Gálvez

ASI EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


 

Mi tía Rigoberta Ballesteros de Peñalver sufría de Alzheimer desde hacía varios años.
     Una tarde, cuando las hojas se doraban con el sol del verano y los jilgueros trinaban sin cesar, se olvidó de que estaba enferma y fue feliz por siempre.

José González Gálvez