Durante más de un año, Kigra siguió a
mujeres fuertes y frágiles a la vez y ninguna ha sido observada con un ojo tan
solidario y tan cómplice como el de este gran fotógrafo.
El sexo es la actividad humana más íntima,
más secreta y la que más nos saca de nosotras mismas. Las mujeres de Kigra
llevan su sexo encima. Para algunas es una condena, para otras una liberación
como la niña que se baña a jicarazos. Su madre no tiene nada que ofrecerle pero
le da una falda de olanes que bailan al viento y la saca al puro canto de la
sierra tarahumara.
A pesar de ellas mismas, incluso cuando
sólo son un costal de recuerdos, una anciana a la espera o una Barbie hecha
pedazos, las mujeres de Kigra denuncian lo que somos nosotras las “square”, las
“straight” las que nos vamos a dormir a nuestra casa con la panza llena. Las
mujeres de Kigra sentadas en su litera en la cárcel tienen al lado a su pequeño
hijo. Él si tiene permiso de correr y hasta de disparar en contra del policía.
¿Qué no sabrá que pueden encerrarlo? Él ya está adentro, su horizonte es de
barrotes pero también nosotras somos reclusas “porque la vida rara vez sale
como uno la planea”.
Al igual que todos los días, como si
llevaran una vida normal, las presas lavan su ropa, guisan sobre una estufa en
su celda y a veces cantan mientras hacen la limpieza y dejan todo bonito porque
es mejor vivir bonito.
A pesar de que quieren irse, nadie cumple
su deseo aunque ahora las jóvenes se parecen más a los hombres y toman sus
propias decisiones. Usan los mismos pantalones de mezclilla que ellos y salen a
la calle a buscar su suerte. Ya no esperan a que les abran la puerta.
Ganarse la vida es ganarse el respeto de
los demás.
Son una multitud las jóvenes palomas para
quienes sus padres echa la casa por la ventana el día en que se casan de
blanco, las toman del brazo para llevarlas al altar al son de la marcha nupcial
y las sacan a bailar el primer vals. ¡Ah qué buenas amigas las que comparten el
pastel y las ilusiones y qué apretado el abrazo de la gran familia humana cuyo
círculo es el del brindis con champaña!
Kigra fue a buscar sus fotos al infierno y
sin embargo nos hizo respirar el aire que baja de la sierra, el de la otra
orilla, el del cuerpo completo de Lupita y el de su risa que resuena en lo alto
de la sierra tarahumara.
El amor es una iluminación y las
fotografías de Kigra en su “Y donde quiera la luz” nos iluminan porque enseñan
que NO podemos ser sin los demás y que la emoción que su vista provoca nos
ayuda a ser mejores. Ver a Diana, Lupita P, María Elena, Alejandra, Fernanda,
Lucesita, Karlita y Gloria, Lupita, Jovita, Paulina y Zumiko es un desafío. Su
intensidad hace que exploremos los resortes de nuestro ritmo interior, el que
es capaz de responder o adormecerse para siempre.
Elena Poniatowska Amor
Instituto Chihuahuense
de la Cultura 2012
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