Me despierta el sueño eterno de tus pies junto a los míos. Pero solamente eso es: un sueño, porque desde hace varios años duermo solo.
Me inquieta el chirrido eterno de los
grillos, ese interludio amoroso llamando a la pareja.
Existe el teléfono, te puedo llamar y
puedes no responderme. El calendario se angosta, los días se suceden
rápidamente. Se consumen como el pabilo de las veladoras en noviembre.
Mi cuerpo se llena de silencios.
Desconecto el pasadiscos, hay un poema lleno de música que se clava
terebrante en mi conciencia, una vez, otra vez, siempre me recuerda tu
geografía llena de asteriscos, de ríos, lagunas, piélagos. Marismas que me
enervan, me consumen, me agotan. Existen huellas de pisadas en el martirio de mi carne
expuesta.
El reloj permanece descompuesto. Las
manecillas giran como desquiciadas. Me siento enfermo, con el cuerpo masacrado
por los adioses asesinos; infinitamente como una piel abierta, minuciosamente
diseccionada con un escalpelo de cirujano.
Sueño con tus pies junto a los míos,
frotándose con avidez en un pentagrama de caricias trémulas.
José González Gálvez
Coatzacoalcos, julio de
2020
Imagen: Sfawan Dahoul
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