martes, 9 de octubre de 2018

LA MADRE


Anunciada por el rumor del viento, la mujer sin edad, incita la aparición de una atmósfera mágica, alucinante. Camina parsimoniosamente entre tilos y eucaliptos, pisando el suave musgo y la incipiente turbera, como si flotara con su vestido blanco de mil vuelos, entre zarzas y madreselvas, acariciando los helechos húmedos y las tiernas esparragueras. Es una mujer hermosa, con el cabello azafranado cuajado de jazmines, unos ojos color agua de mar, unos labios afrutados, y un cutis de lirios recién abiertos. Se hace acompañar siempre de liebres y cervatos, de mariposas y efímeras. Cuando se sienta, acarrea el murmullo de las estrellas, sofoca los atardeceres solemnes, incita el nacimiento de la lluvia y la caída de las hojas secas. En la noche, mientras ululan los búhos, baila, se agita, enloquece entre los tréboles y la hiedra, entre los líquenes y las piedras, imitando el sonido de los autillos, y al alba el rumor de las fieras. Es virgen y es madre. A veces cuando las clepsidras se descomponen, flota con su vestido ampón desparramado en siemprevivas, hasta desaparecer en el poniente como un astro moribundo.

José González Gálvez 

Ramos Arizpe Coahuila 1977


Fotografía: Flor Garduño

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