El hombre no elige ni su
nacimiento, ni a sus padres, ni su país, ni el momento de su muerte, pero si
elige o puede elegir lo que va a colgar en su pared. Es quizá la más espontánea
o la más desesperada de sus elecciones: colgar o colgarse, la afirmación de su
persona sobre la tierra, la prueba de su amor, su herencia y su destino. Su
lugar sobre este planeta, su razón de vida. Las grandes pequeñas cosas que lo
acompañan son sus señas de identidad y las del espacio que habitó, la foto del
relicario que ha de acrecentar el misterio de su vida amorosa, el amuleto, la
violeta prensada, el mensaje de amor, la baraja de la buena matrimonio o
cualquiera de esos objetos mágicos que al extraviarse nos hacen perder la
cordura.
Un clavo puede detener la vida, un clavo
pude reventarla como revienta la carne de los crucificados, de un clavo nos
agarramos y con un clavo y un ganchito es fácil abrir la cerradura, robar un
coche o sacarle la confesión a un inculpado. De un clavo cuelga el Papa y su leitmotiv: “México siempre fiel”, de un
clavo también la encueratriz, la plegaria al Sagrado Corazón que señala su
pecho con su mano triste, el zapatito blanco del bebé para la buena suerte, la
foto del padre de familia que les heredó el negocio a sus hijos.
Gala Narezo estudió pintura desde los ocho
años hasta los veinticinco y luego se dedicó a la fotografía. Vivir en la
colonia Roma, salir todos los días a caminar sus calles le reveló un mundo
fascinante en el que pulula una vida secreta que pocos imaginan. Gala Narezo se
acostumbró a saludar: “¿Cómo le va doña Luisa?”, “¿qué se ha hecho don Fermín?,
“¿hoy en la noche van a reunirse a jugar baraja en la trastienda de don Pepe?,
“¿cuándo cumple sus quince Jesusita, que se ha puesto tan bonita?.
En la colonia Roma, Gala Narezo recoge las
entrañas de estas accesorias que ella llama “teatritos de luz”. Iniciados hace
cien años, ahora desaparecen porque las tiendas de autoconsumo las aniquilan.
En la vida de los hombres se ignora si hay
zurcidos invisibles (porque para eso son invisibles), pero al penetrar a una
colonia como la Roma se sabe cómo se llevan sus habitantes, quienes son, qué
les molesta, qué esperan de los demás, cuál es su modo de vivir, y eso, Gala
Narezo, con su cámara, ha sabido mostrárnoslo con una paciencia amorosa y
lopezvelardiana.
Elena Poniatowska
Artes de México colección luz
portátil 2009