viernes, 26 de octubre de 2018

LOCALES (FRAGMENTOS)


El hombre no elige ni su nacimiento, ni a sus padres, ni su país, ni el momento de su muerte, pero si elige o puede elegir lo que va a colgar en su pared. Es quizá la más espontánea o la más desesperada de sus elecciones: colgar o colgarse, la afirmación de su persona sobre la tierra, la prueba de su amor, su herencia y su destino. Su lugar sobre este planeta, su razón de vida. Las grandes pequeñas cosas que lo acompañan son sus señas de identidad y las del espacio que habitó, la foto del relicario que ha de acrecentar el misterio de su vida amorosa, el amuleto, la violeta prensada, el mensaje de amor, la baraja de la buena matrimonio o cualquiera de esos objetos mágicos que al extraviarse nos hacen perder la cordura.

     Un clavo puede detener la vida, un clavo pude reventarla como revienta la carne de los crucificados, de un clavo nos agarramos y con un clavo y un ganchito es fácil abrir la cerradura, robar un coche o sacarle la confesión a un inculpado. De un clavo cuelga el Papa y su leitmotiv: “México siempre fiel”, de un clavo también la encueratriz, la plegaria al Sagrado Corazón que señala su pecho con su mano triste, el zapatito blanco del bebé para la buena suerte, la foto del padre de familia que les heredó el negocio a sus hijos.

     Gala Narezo estudió pintura desde los ocho años hasta los veinticinco y luego se dedicó a la fotografía. Vivir en la colonia Roma, salir todos los días a caminar sus calles le reveló un mundo fascinante en el que pulula una vida secreta que pocos imaginan. Gala Narezo se acostumbró a saludar: “¿Cómo le va doña Luisa?”, “¿qué se ha hecho don Fermín?, “¿hoy en la noche van a reunirse a jugar baraja en la trastienda de don Pepe?, “¿cuándo cumple sus quince Jesusita, que se ha puesto tan bonita?.

     En la colonia Roma, Gala Narezo recoge las entrañas de estas accesorias que ella llama “teatritos de luz”. Iniciados hace cien años, ahora desaparecen porque las tiendas de autoconsumo las aniquilan.

     En la vida de los hombres se ignora si hay zurcidos invisibles (porque para eso son invisibles), pero al penetrar a una colonia como la Roma se sabe cómo se llevan sus habitantes, quienes son, qué les molesta, qué esperan de los demás, cuál es su modo de vivir, y eso, Gala Narezo, con su cámara, ha sabido mostrárnoslo con una paciencia amorosa y lopezvelardiana.


Elena Poniatowska 
Artes de México colección luz portátil 2009

DOBLE CÍRCULO DEL AMOR


El espliego se abrió sorpresivamente
un surtidor de azules y violetas perfumó el aire
porque la corola tiene cinco labios pulsátiles
que se quiebran de dolor ante el estímulo.
Mis dedos son labios que reptan en tu pecho
se detienen convulsos en la línea pilosa
de tu ombligo hasta el pubis recortado
donde el olor a lavanda es más intenso
un perfume enervante que arrebata
un mareo delicioso que te inclina
sobre el tallo vigoroso que se blande al compás
de una lengua hambrienta y mojada en saliva.
Los momentos de lucidez son pocos
porque la locura arrebata
te sumerge en un lago de inconciencia
donde difícilmente saldrás ileso.
El amor es un pleito de guepardos
una soledad devastadora que te muerde la yugular
sin soltarla hasta que enmudeces y lloras.
Un campo de espliego se yergue plácido
en lontananza abierto a la brisa diaria
sus pistilos bailan a contracorriente
las corolas desfallecen exhaustas
pero a diferencia de lo incierto
mi amor por ti perdura a pesar de las vicisitudes
de esos aires que vuelven en invierno.

José González Gálvez 

Marzo de 2014

Fotografía: Aníbal Angulo

martes, 9 de octubre de 2018

ALFONSINA STORNI (FRAGMENTO)

LA MADRE


Anunciada por el rumor del viento, la mujer sin edad, incita la aparición de una atmósfera mágica, alucinante. Camina parsimoniosamente entre tilos y eucaliptos, pisando el suave musgo y la incipiente turbera, como si flotara con su vestido blanco de mil vuelos, entre zarzas y madreselvas, acariciando los helechos húmedos y las tiernas esparragueras. Es una mujer hermosa, con el cabello azafranado cuajado de jazmines, unos ojos color agua de mar, unos labios afrutados, y un cutis de lirios recién abiertos. Se hace acompañar siempre de liebres y cervatos, de mariposas y efímeras. Cuando se sienta, acarrea el murmullo de las estrellas, sofoca los atardeceres solemnes, incita el nacimiento de la lluvia y la caída de las hojas secas. En la noche, mientras ululan los búhos, baila, se agita, enloquece entre los tréboles y la hiedra, entre los líquenes y las piedras, imitando el sonido de los autillos, y al alba el rumor de las fieras. Es virgen y es madre. A veces cuando las clepsidras se descomponen, flota con su vestido ampón desparramado en siemprevivas, hasta desaparecer en el poniente como un astro moribundo.

José González Gálvez 

Ramos Arizpe Coahuila 1977


Fotografía: Flor Garduño

LA ÚLTIMA PALABRA




      Ya no tenía fuerzas
    Su cuarenta y siete aniversario no significó más que un día menos en aquella vida que se acababa. Frida era consciente de ello.
      Sin fuerzas. Totalmente agotada.
      “Embolia pulmonar.” Fue el último diagnóstico de los médicos, cuando, al amanecer del 13 de julio de 1954, encontraron a Frida en su cama.
     ¿Su último cuadro? Espléndidas sandias abiertas, apetitosas; un bodegón titulado ¡Viva la vida!
      ¿Sus últimas palabras? Una frase en su diario:
      “Espero alegre la salida y espero no volver jamás”

Rauda Jamís

CIRCE Ediciones S.A. 1994
Pintura: Frida Kahlo
Fotografía: Lola Álvarez Bravo

VOY A DORMIR (POEMA DE ALFONSINA STORNI)



Dientes de flores, cofia de rocío,
Manos de hierbas, tú, nodriza fina,
Tenme prestas las sábanas terrosas
Y el edredón de musgos encardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
Una constelación; la que te guste;
Todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
Te acuna un pie celeste desde arriba
Y un pájaro te traza unos compases

Para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
Si él llama nuevamente por teléfono
Le dices que no insista, que he salido…

INCENDIO DE CENIZAS



Mi amor es un amor líquido
que se diluye como el plasma
abarcando todas las esquinas de tu cuerpo.
Es un cielo encaramado
en la azotea.
Una oscuridad que se pierde
entre el ramaje de los árboles.
El mar ahora respira
una trayectoria de tristeza.
Frente a ti soy línea insomne
un ser desmadejado
alambres eléctricos sin fuerza.
Todas las noches
me quemo en tus cenizas
al amanecer muero en llanto.
Tócame la frente
ardo en espera.
Córtame los labios
para no besarte.
Desármame con cautela
en el centro de la hoguera
mi corazón seguirá latiendo de ansiedades.

José González Gálvez 

Diciembre de  2001


Fotografía: Imogen Cunningham

JUAN GARCÍA PONCE (FRAGMENTOS)



Hay una primera imagen de Juan García Ponce que cincuenta libros han fijado para siempre. Esa escritura que es su única vida activa lo ha convertido en una de las leyendas más vivas de la literatura moderna en México. Es el artista como héroe y vidente de la mirada. Un pornógrafo al mismo tiempo que un pedagogo; nos enseñó a leer a Robert Musil, a Pierre Klossowsky o a Georges Bataille para que tuviésemos las llaves de su propio reino milenario. ¿O fue al revés? En Juan la lectura es hija de la literatura, y la prosa, madre disoluta del pensamiento.

Y regreso al personaje llamado Juan García Ponce, teólogo de la pornografía y agorero de libertinos, lector de Broch y Borges, coleccionista de damas galantes y de mujeres fatales, sádico que vota por el Eterno Femenino, crítico de pintura que cruza el espejo, narrador compulsivo, enfermo que vence a la muerte con la enfermedad, el artista como héroe que nos mira, a través de sus cuentos, con esas leyes de la hospitalidad que conoce mejor que el Diablo.

“El gato” es el sueño supremo de la mirada; cuento que me recuerda a Lewis Carroll, y más que a éste, aburrido mirón victoriano, a su prodigiosa Alicia. Con “El gato”, García Ponce cruza el espejo para siempre. Desde entonces vive entre los gatos de Von Gunten y con las niñas de Balthus.

Christopher Domínguez Michael
Seix Barral agosto de 1997


Imagen: Roger Von Gunten

HISTORIA FILMADA EN CAMARA LENTA


Dentro del sopor de la noche, Druso se revolvió inquieto en el lecho. Tamara tomó unas tijeras y lentamente le cortó los labios.

    No se escuchaba música de fondo, solo un lamento de susurros tristes. El tiempo pasó volando como ave mitológica.

     Tamara, sentada en el borde de la cama, veía como brotaba de su vagina trémula, una fuente plagada de medusas rojas.

José González Gálvez 

Julio de 1987

EL GOLEM (2)



“Volvamos al Golem. Se supone que si un rabino aprende o llega a descubrir el secreto nombre de Dios y lo pronuncia sobre una figura humana hecha de arcilla, ésta se anima y se llama Golem. En una de las versiones de la leyenda, se inscribe en la frente del Golem la palabra EMET, que significa verdad. El Golem crece. Hay un momento en que es tan alto que su dueño no puede alcanzarlo. Le pide que le ate los zapatos. El Golem se inclina y el rabino logra borrarle el aleph o primera letra de EMET. Queda MET, muerte. El Golem se transforma en polvo.”

Jorge Luis Borges


Obras Completas III, Barcelona Emecé 1989

El GOLEM (1)


Los discípulos de Paracelso acometieron la creación de un homúnculo por obra de la alquimia; los cabalistas, por obra del secreto nombre de Dios, pronunciado con sabia lentitud sobre una figura de barro. Ese hijo de una palabra recibió el apodo de Golem, que vale por el polvo, que es la materia de que Adán fue creado. En el año 1915, el austriaco Gustav Meyrink la renovó para la escritura de esta novela. Alemania, harta de sonoras noticias militares, acogió con gratitud sus fabulosas páginas, que le permitían olvidar el presente. Meyrink hizo del Golem una figura que aparece cada treinta y tres años en la inaccesible ventana de un cuarto circular que no tiene puertas, en el guetto de Praga. Esa figura es a la vez el otro yo del narrador y un símbolo incorpóreo de las generaciones de la secular judería. Todo en este libro es extraño, hasta los monosílabos del índice: Prag, Punsch, Nacht, Spuk, Licht. Como en el caso de Lewis Carroll, la ficción está hecha de sueños que encierran otros sueños. Hacia esa fecha, Meyrink había dejado la fe cristiana por la doctrina del Buddha.


Jorge Luis Borges

Terramar Ediciones 2006 

LA HUELLA DEL GRITO


Alberto Ruy Sánchez busca explorar la intimidad donde los cuerpos hablan de distintas maneras y huyen de todos los lugares comunes. Dentro de una atmósfera íntima y abstracta una mujer desnuda, con vientre de espejo, grita en el vaivén erótico, una y otra vez. Comparte sueños, ardores, alegría y plenitud.

La huella del grito es un diálogo magistral e interminable de las carnes y los alientos de dos que se aman, de dos que se matan; resignificando el habla de los cuerpos sin dejar de producir el estremecimiento intrínseco de este lenguaje.

Las fotos de Alejandro Zenker, además de atrapar los gritos amorosos del texto, se convierten en un relato paralelo que, a la postre, se entrelazan con la poética del autor.

Solar Servicios Editoriales 2002

CUANDO LOS PÁRPADOS SE CIERRAN


El palisandro estornuda, y la sangre late,
circula dentro del tronco estructura hermética
en arterias construidas por termitas
caminos que bajan y suben en espiral tortuosa
donde transita un líquido verde,
lleno de esperanza, con vitalidad premonitoria
océano embarazado por el oleaje que no se detiene
un lecho marino que fecunda las semillas,
las esporas, los óvulos, las algas
levadura fermentada por semen malaquita.
Ahí brotan sin precedentes los manglares,
las ceibas majestuosas y los ahuehuetes desordenados
un hervidero de selva lujuriosa
peciolos ligeros que se levantan con el viento
pétalos que giran y duermen bajo el sol.
Verde que te quiero verde
escribió alucinado Federico García Lorca.
El sueño enciende con sus alas
la majestuosidad de un sol dormido.
Entonces la creación dio comienzo 
al cerrarse lentamente los párpados del poeta.

José González Gálvez 

Julio de 2014


Imagen: César Augusto Bertel

UN POEMA DE FRIDA KAHLO



Diego:
Nada comparable a tus manos
ni nada igual al oro – verde de
Tus ojos. Mi cuerpo se llena
de ti por días y días, eres
el espejo de la noche, la luz
violenta del relámpago, la
humedad de la tierra. El
hueco de tus axilas es mi
refugio, mis yemas tocan
tu sangre. Toda mi alegría
es sentir brotar la vida de
tu fuente – flor que la mía
guarda para llenar todos
los caminos de mis nervios
que son los tuyos.

Fotografía: Imogen Cunningham