y mejor ser piedra.
Miguel Ángel Buonarroti
Miguel Ángel Buonarroti
Te llamo a pesar
de la distancia. Hoy es una tarde nublada, amenaza la lluvia. Hace frío. Los
árboles se agitan y botan sus hojas secas.
Tu nombre es
Níobe, lo escribiste una noche en mi espalda. Ahora me siento como un ciego que
tropieza continuamente con las paredes. Mi malestar es un dolor que se queja
como hueso dislocado. Extraño muchas cosas de ti: tu piel fría y tu olor de
flores de piedra. Me percato de un placer inusitado al besar tu cuerpo, tus pies
impecables, tus pechos pequeños, tu abdomen plegado, tu muslo levantado en
ángulo para que el brazo sostenga tu cabeza de diosa.
Te recuerdo, ¡por
supuesto que te recuerdo! Esa noche estabas coronada de lunas y estrellas, cubierta
de un resplandor inusual. Me llamaste y acudí a ti. Juntos nos llenamos de luz.
Nuestra comunión fue de otro mundo; saboreamos nuestros humores, escuchamos
nuestra respiración agitada, navegamos tomados de la mano en un mar sin
límites, y gravitamos como asteroides recién descubiertos.
Me acostaré con
tu imagen y el sabor de tu piel. Mañana, cuando el sol invada mi habitación y
la llene de ascuas, sabré que dormiste a mi lado, que no eres solamente un
bloque de mármol.
José González Gálvez
José González Gálvez
Febrero de 2017
Imagen: Miguel
Ángel Buonarroti
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