De los poetas que
conozco de Coatzacoalcos. Los registros poéticos de José González Gálvez son
totalmente diferentes. González Gálvez hace gala de una voz que guarda un
sobrio equilibrio, nada de gritos ni de estridencias, él sabe que la poesía se
hace hablando tranquilamente, con palabra suave y delicada. De este modo,
aborda temas de diversa índole, los cuales trata de manera ponderada, sin
siquiera acercarse a los bordes de la cursilería, o bien a la denuncia
desmedida y desapasible.
El poemario En púrpura tendido está compuesto por
cinco libros: “Quinteto de cuerdas”, “Figuras talladas en la piedra”, “Valses”,
“Palabras convencidas” y “Otras palabras”. Cada uno de ellos posee su propio
contexto y una singular estructura poética. Todos sabemos que la poesía atiende
al valor sonoro del artefacto verbal, es decir, a su musicalidad y que dicho
artefacto expresa siempre las ideas y emociones de poeta. Así mismo
comprendemos que la poesía podrá carecer de metro y de rima, pero de lo que
jamás habrá de desposeerse es de ritmo.
El poema, dice
Fernando Lázaro Carreter, pertenece al linaje de los actos lingüísticos que
producen el vidente, la sibila, el mago, el vate, el profeta, la clase de actos
que se admiten como propios de personas dotadas de ciertos poderes que no le
son conferidos al común de los mortales, poderes, podríamos decir,
sobrenaturales, que están más allá del mundo real. El poeta también ve más
allá, hacia ese afuera, y los lectores lo conocen solamente mediante su
testimonio y para hacerlo puede introducir en el poema elementos del mundo
cotidiano, pero esos componentes experimentan una transformación al penetrar en
los versos, porque son sacados del mundo real, de su ámbito espacio-temporal y
funcionan sólo en relación con los demás objetos usados por el poeta para
construir su mundo imaginario.
Lo misterioso de
la poesía de José González Gálvez –atribuyéndole este término en el sentido de
enigmática, porque la poesía de González Gálvez, desde nuestro punto de vista,
es tan clara como el agua de un manantial- es su fuerza ilocutiva, esto es, qué
se propone el poeta cuando escribe. Y esa fuerza, pensamos, consiste en un
deseo posesorio de la personalidad del lector, que el poeta pone en marcha.
Esto, por supuesto, no sólo sucede en las poesías sentimentalmente
conmovedoras, sino también en las que son puro juego y cuya intención no es
otra que la de convertirnos en jugadores, en compañeros lúdicos del poeta,
divertido en su mundo imaginario. González Gálvez, pues, no sólo convida al
lector a acompañarlo en su lírico viaje, sino que le hace un llamamiento
perentorio para que se identifique con él.
La atracción del
lector al lugar del poeta no se produce fácilmente, los dos han de contribuir a
ella, por eso, dice Octavio Paz, autor y lector, ambos, se convierten en
creadores. En la comunicación literaria, contrario
sensu, a la conversación ordinaria, el autor no conoce al lector, da la
impresión de que lanza su obra como una botella al mar, en espera de que
alguien la recoja. Así es el acto poético en José González Gálvez, una botella
lanzada al mar, sólo que esta vez ya la hemos recogido.
Francisco Morosini,
en Xalapa, Veracruz 2005
Imagen: Ernesto
Zavala Absalón
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