miércoles, 21 de noviembre de 2018

EN PÚRPURA TENDIDO


De los poetas que conozco de Coatzacoalcos. Los registros poéticos de José González Gálvez son totalmente diferentes. González Gálvez hace gala de una voz que guarda un sobrio equilibrio, nada de gritos ni de estridencias, él sabe que la poesía se hace hablando tranquilamente, con palabra suave y delicada. De este modo, aborda temas de diversa índole, los cuales trata de manera ponderada, sin siquiera acercarse a los bordes de la cursilería, o bien a la denuncia desmedida y desapasible.

El poemario En púrpura tendido está compuesto por cinco libros: “Quinteto de cuerdas”, “Figuras talladas en la piedra”, “Valses”, “Palabras convencidas” y “Otras palabras”. Cada uno de ellos posee su propio contexto y una singular estructura poética. Todos sabemos que la poesía atiende al valor sonoro del artefacto verbal, es decir, a su musicalidad y que dicho artefacto expresa siempre las ideas y emociones de poeta. Así mismo comprendemos que la poesía podrá carecer de metro y de rima, pero de lo que jamás habrá de desposeerse es de ritmo.

El poema, dice Fernando Lázaro Carreter, pertenece al linaje de los actos lingüísticos que producen el vidente, la sibila, el mago, el vate, el profeta, la clase de actos que se admiten como propios de personas dotadas de ciertos poderes que no le son conferidos al común de los mortales, poderes, podríamos decir, sobrenaturales, que están más allá del mundo real. El poeta también ve más allá, hacia ese afuera, y los lectores lo conocen solamente mediante su testimonio y para hacerlo puede introducir en el poema elementos del mundo cotidiano, pero esos componentes experimentan una transformación al penetrar en los versos, porque son sacados del mundo real, de su ámbito espacio-temporal y funcionan sólo en relación con los demás objetos usados por el poeta para construir su mundo imaginario.

Lo misterioso de la poesía de José González Gálvez –atribuyéndole este término en el sentido de enigmática, porque la poesía de González Gálvez, desde nuestro punto de vista, es tan clara como el agua de un manantial- es su fuerza ilocutiva, esto es, qué se propone el poeta cuando escribe. Y esa fuerza, pensamos, consiste en un deseo posesorio de la personalidad del lector, que el poeta pone en marcha. Esto, por supuesto, no sólo sucede en las poesías sentimentalmente conmovedoras, sino también en las que son puro juego y cuya intención no es otra que la de convertirnos en jugadores, en compañeros lúdicos del poeta, divertido en su mundo imaginario. González Gálvez, pues, no sólo convida al lector a acompañarlo en su lírico viaje, sino que le hace un llamamiento perentorio para que se identifique con él.

La atracción del lector al lugar del poeta no se produce fácilmente, los dos han de contribuir a ella, por eso, dice Octavio Paz, autor y lector, ambos, se convierten en creadores. En la comunicación literaria, contrario sensu, a la conversación ordinaria, el autor no conoce al lector, da la impresión de que lanza su obra como una botella al mar, en espera de que alguien la recoja. Así es el acto poético en José González Gálvez, una botella lanzada al mar, sólo que esta vez ya la hemos recogido.

Francisco Morosini, en Xalapa, Veracruz 2005

Imagen: Ernesto Zavala Absalón

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