Tiemblo con un
sudor azul que me descose el alma. Tus manos me toman de los hombros para que
voltee a verte, y me observas con esa mirada lustrosa, llena de humedad.
La luz del sol
se esconde entre las ramas de los abetos y se filtra en destellos que no
hieren, solo parpadean en tu cuerpo perfilándolo, en tu piel morena, en tus
músculos que se distienden a pesar de los movimientos pausados. Me acomodo a tu
abrazo sugerente pero me siento incómodo.
Te miro y tu
mirada es un enigma insondable que no me dice nada. Ya no eres tú, ni soy yo,
somos uno solamente, un animal mitológico, biforme, de cuatro extremidades
inferiores que aúlla por la falta de amor.
José González Gálvez
José González Gálvez
Abril de 2015
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