Ya es una
leyenda conocida incluso en las montañas Rocallosas: dicen que cuando Alicia
Ahumada camina entre los árboles algo se despierta en ellos. La más inesperada
vitalidad se enciende en todas las plantas del bosque. Y seguramente también en
el aire que habitan y en la tierra y en la humedad que las nutren.
Esa nueva agitación de las plantas, ahora
llena de tierra, agua y aire, convoca incluso al fuego en su manera menos
destructiva: el bosque erotizado es una especie de llama vegetal, de ardor sin
duda, de efervescencia de madera. Y la savia comienza a correr por dentro de
las ramas como la sangre en las venas de ciertos amantes. Eso afirman quienes
repiten la leyenda siempre con huellas de asombro en los ojos.
En
el bosque de Alicia Ahumada sucede eso que podríamos llamar el surgimiento de
Eros. Y sus fotografías son el espacio donde sucede su aparición, su epifanía:
la irrupción en la vida cotidiana de una dimensión excepcional. Así se llama a
la aparición del mundo profano de algo distinto, sagrado para algunos, poético
para otros. El erotismo llevado a considerarse sagrado o la aparición de la
poesía. En el caso de las fotografías de Alicia Ahumada se trata sin duda de
ambos: un Eros trascendente que es a la vez un poema visual. En sus árboles
late el inquietante dios poema: Eros, amo de su bosque.
En las fotos de Alicia, la vitalidad
ritmada late de pronto hasta en las hojas caídas. La corteza, más que nunca es
piel. Pero ahora es piel anhelante. Las ramas se extienden en la noche como
brazos, como piernas. Se abren y se cierran como si llamaran con ese lenguaje
de anhelo a lo que quieren abrazar, a lo que quieren sostener entre las
nervaduras de las ramas, entre esos nudos que parecen rodillas.
Varios troncos que se dividen en dos ramas
ya no pueden hacerlo si no dejan en el delta de su separación la fisonomía de
un pubis e incluso de un sexo. De manera a la vez sutil y abrupta, cada uno
parece enarbolar bellísimos labios vaginales. Así, la palabra “enarbolar”
adquiere en este bosque, gracias a Alicia, un significado erótico: significa
levantar en alto, no una bandera sino el erotismo del árbol. Su teatro de
sexualidad extendida.
En todos los árboles de este bosque, de
golpe, su sexo canta, se muestra feliz o adolorido, es cicatriz o brote nuevo.
Hay incluso extraños falos oscuros en árboles de cortezas claras, inquietantes
como ramas interrumpidas en su decidido crecimiento horizontal. El bosque todo
es una erección de la vida. Y en otra rama más cercana, un musgo púbico que tampoco es verosímil si no
fuera porque está ahí, a la vista, multiplicando ante nosotros el desfile
carnavalesco de cuerpos que se revitalizan.
Desde hace tiempo he creído que eso que se
llama “asombro”: un fuerte pero agradable impacto físico y emocional ante algo
distinto o nuevo que se juzga maravilloso. Y creo que es parte sustancial de la
actividad poética: descubrir las cosas que no cualquiera es capaz de mirar y a
partir de ellas, de esa aparición excepcional, crear una obra de arte que
permita compartir el descubrimiento asombroso.
Y qué revelación es más radical y más
digna de provocar entusiasmo y asombro que el descubrimiento del erotismo
latente en el mundo. Alicia Ahumada nos pone ante los ojos a un Eros desnudo en
el mismo bosque del mundo donde antes, tal vez, podíamos olerlo pero
obstinadamente se nos escondía.
Alberto Ruy
Sánchez
Artes de
México colección luz portátil 2006
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