Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
El virtuosismo lento y pausado de
“Una canción desesperada” del poeta chileno Pablo Neruda, nos ofrece una
atmósfera de agua de mar en continuo ajetreo. De un oleaje quieto, a veces
golpeado por el viento contra los pilotes de un muelle de madera o cemento. Nos
habla de buques que se van a pique, hundimientos que pudieron ser y no fueron, de faros y de
buzos ciegos, en un ritmo inusual, que se antoja como una barcaza olvidada por
sus pasajeros. De escombros y pájaros negros, tan negros como la noche misma.
El autor nos describe un mar desquiciante que ahora yace en cementerios,
de un recuerdo que no se puede extinguir a pesar de tener encima la tumba del
tiempo. Nos explica en metáforas puras, todo un reciclaje de sentimientos que
se atraen y se rechazan como si fuesen polos opuestos. En su estribillo: -todo
en ti fue naufragio- da el toque crucial del contenido de su oda que huele a
flores de mar.
Poeta de hoy y de toda la vida, poeta que no se niega, que se acepta
porque sus palabras se nutren del fondo marino, “Una canción desesperada” evoca
la Isla Negra de sus últimos momentos, donde una mujer de amor, lo acogió entre
sus brazos para siempre.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
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