Secuencia 1
Pedro, un
taciturno campesino indígena que lleva enorme guitarrón a cuestas, va rumbo a
un pueblo cercano a través de un paraje desolado. Hace un alto en el camino.
Sentado en una loma, reflexiona.
VOZ DE PEDRO (en
off): Ora no puedo volverme atrás. Tengo que llevarme a mi mujer y a mi hijo.
Ora que si se me atraviesa don Celerino, pos ahí Dios dirá. Pero lograré mi
propósito. Y si me quitan la vida, pos qué importa. Al fin y al cabo ya le
perdí el amor desde hace tiempo. Está bien que se quede con mi tierra, mis
adobes y mis tejas. Pero nunca se quedará con mi mujer. Me la llevaré para
lejos y para nunca.
Repuesto por el
descanso, Pedro sigue bajando al pueblo.
Secuencia 2
En el pueblo,
Pedro se topa con don Celerino, un mestizo prepotente y malencarado, frente al
umbral de una casa grande. Su enemigo lo descubre y lo increpa.
DON CELERINO: ¿No
te dije que no quería verte más por aquí?
Sin previo aviso,
Pedro saca su pistola y lo balacea.
PEDRO: Nomás he
venido a esto.
Antes de doblarse,
el moribundo don Celerino le dispara también con su pistolón. Pedro se desploma
hacía atrás, herido de muerte. Antes de caer, su imagen se congela, pero la
acción, imaginaria, continúa.
Secuencia 3
Pedro llega a su
jacal, agitado. Entra apresuradamente, dirigiéndose a donde se encuentran su
esposa Petra y su hijo Lencho, un niño de nueve años. Atropellándose, da
órdenes a la mujer.
PEDRO: Cuíjele,
Petra. Vine por ustedes. Acabo de acabar con ese hombre que nos trajo la
desgracia.
PETRA: Pero Lencho
no puede andar. Está parálisis desde que lo aporrearon por defenderme.
PEDRO: Eso ya lo
arreglaremos de algún modo. Junta cuanto tengas. Pero apúrate, que se nos está
yendo el tiempo.
Petra condesciende
t se afana. Sosteniendo en sus manos un pequeño atado, anuncia a su marido
haber concluido su tarea.
PETRA: Esto es
todo mi guardado.
Secuencia 4
La pareja inicia
la huida. El hombre lleva cargado el cuerpo desmayado, lívido, de su hijo. A la
salida de un poblado, creen haber estado a punto de atravesársele a un espíritu
maligno.
VOZ DE PEDRO (en
off): ¡Qué bueno que no nos cruzamos con El Nahual!
Secuencia 5
El fatigoso
peregrinar de la pareja por la tierra reseca sigue su curso. Al llegar a una
cumbre la mujer se desespera.
PETRA: ¿Y adónde
nos llevas, Pedro?
PEDRO: A un lugar
donde nos libremos para siempre de la gente de Hermida.
Secuencia 6
Petra y Pedro, con
el niño siempre en brazos, deambulan por la desolación de un llano que parece
no tener término. El padre trata de darse ánimos consolando al niño
desfallecido.
PEDRO: Ya estamos
cerca. Te aliviarás pronto. Allá donde vamos es tan verde la tierra que hasta
el cielo es verde. Allí no te lastimará nadie. Podrás jugar sin que te muerdan
las espinas y las víboras.
Secuencia 7
Los fugitivos
bajan por una ladera. Obsesionados, sienten que alguien les viene pisando los
pasos.
PETRA: Apúrale Pedro.
PEDRO: Ánimo,
Lencho, no ves que El Nahual nos viene persiguiendo.
Secuencia 8
En un recodo del
camino, Pedro se sienta a frotar frenéticamente el cuerpecito yaciente de
Lencho, que ha entrado en agonía. Petra lo mira hacer, sobrecogida.
PETRA: Búllelo,
búllelo, que se nos está enfriando.
Secuencia 9
Después de ponerle
una rústica cruz de madera a la tumba de su hijo en medio del llano, Pedro se
evade mentalmente, alucina, ve a su mujer con el pecho desnudo y los cabellos
sueltos, que le sonríe desde un pasado idílico. Música, ruidos estilizados,
silencios.
Secuencia 10
El flujo
trastocado del tiempo se remonta por fin hasta la imagen congelada con que se
interrumpía la secuencia 2, cuando Pedro se desploma acribillado por su rival.
Se restituye el movimiento de la imagen y el cuerpo del campesino termina ahora
de caer, de espaldas, en cámara lenta, con gran pesadez, sobre el enorme
guitarrón cuyas maderas crujen en un estridente acorde y lanzan mil astillas
por los aires. Varios pies de pueblerinos curiosos se aproximan en torno del
cuerpo exánime.
Jorge Ayala Blanco
Ediciones Era,
S.A. 1986
Imágenes: Rafael
Corkidi
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