No mereces estas noticias Xavier, tú no, tú más que nadie no debe ser molestado. Nadie ha desaparecido, todos tus Contemporáneos se mantienen aunque solamente sean espejo de ellos mismos. Nadie ha podido coincidir cara a cara, y cuerpo a cuerpo ni se diga. Solamente tú estás Xavier a pesar de que encontraste el fondo del dolor más doloroso que existe: la soledad.
Únicamente descansabas viendo
los cielos que pintaba Agustín cuando te sentías desesperado, ebrio de dolor,
sofocado por el orgasmo del desamor.
No es justo Xavier, no es
justo que traten de hacerte a un lado, que ignoren tantas palabras escritas,
tantos poemas, tanta nostalgia encumbrada en los delirios del páramo de la
muerte.
Por eso no mereces el olvido.
No mereces estar sepultado en el Tepeyac bajo toneladas de polvo que en las
noches se convierten en golondrinas desorientadas. Disgregado en un naufragio
de huesos que no encuentran reposo en el disturbio de los siglos.
Se extravió tu correspondencia
Xavier, tus extensas cartas a Novo, a Owen, a Cuesta, a Gorostiza, a Pellicer.
Hasta tu trato con Antonieta y Clementina han desaparecido.
De todos modos mantenemos tus
poemas intactos, todos esos años de desasosiego escritos en tinta indeleble,
toda tu prosa convertida en Dama de
Corazones. Son tu diario Xavier, todos tus poemas son tu diario escrito
paso a paso, lágrima a lágrima, pesadilla a pesadilla.
Xavier: nunca tuviste dudas de
tu existencia, pero sabemos que tu vida fue un infierno diario de navajas
afiladas, un acero azul clavado en el fondo de tu realidad.
Por eso te extrañamos tanto
Xavier, por tu sensibilidad, por ese dolor silencioso que derramaste como un
crepúsculo apagado. Por tu vida Xavier y también por tu muerte inesperada,
temprana. Muchos dicen que te suicidaste, que preferiste morir antes de seguir
padeciendo el infortunio pernicioso de la soledad. Agustín trató de buscarte,
trató de impedir tu destino injusto. Trató de hacerte saber que su amor era ilimitado;
pero te adelantaste a tu propio laberinto, a la zona sagrada donde habitan los
que padecen el insomnio del dolor. Xavier, volteaste antes de tiempo como la
mujer de Lot, como Orfeo, y ahora tu calvario es deambular entre brumas, en ese
purgatorio interminable del cual no podrás salir nunca. Tu corazón se rompió
Xavier y no podemos encontrar los pedazos.
Ahora padecemos el hábito
solitario de la lectura para dar contigo. Buscamos pistas en esa espiral
inacabable, llena de nostalgias, de trampas, de fata morganas.
Perdónanos Xavier, pero es que
te extrañamos tanto y no sabemos como vivir sin ti.
José González Gálvez
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