Treinta y ocho
Somos habitación de ángeles que han caído en
la espesura
de las sábanas
han perdido sus alas rodando en la batalla
sus ojos lanzan furias negras
sus brazos, ramas rojas
su pecho, un ronco río de ayes que nunca
habían oído.
Somos culpables.
Somos la ruina de los ángeles castos.
Que Dios comprenda este milagro.
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