miércoles, 24 de enero de 2018

EXILIO DE ÁNGELES


I

Me parece increíble haber vislumbrado la espalda de Tarcila. Ahora puedo dejarme ir en paz. Jamás mis ojos verán de nuevo tal magnificencia. Es tan perfecta la geografía de su torso desnudo, la tersura de su piel aduraznada, la intensidad de sus omoplatos, el arco de su cuello, sus cabellos color miel olorosos a lavanda. Quiero imaginar también las columnas dóricas de sus piernas ocultas por la sábana de satén, sus muslos opulentos, la curvatura delicada de sus nalgas. Complacido, mi retina captó su silueta engarzada en ese ámbito de luz azul agua de mar, su imagen de vestal satisfecha. Por siempre en mi conciencia, en mis sueños, en mi vigilia. En todo mi ser la figura de Tarcila, en el calor de la entrepierna, en el tímpano de mi cólera secreta. 



II

Si tengo que recordar el homenaje al amor, invariablemente vienen a mi memoria las figuras de Drusila y de Ivette, las delicadas púberes de las playas encantadas. Las dulces primas con piel de melocotón, cabellos de oro viejo y cuerpos estilizados con movimientos de grullas. Las niñas de pies desnudos, olorosos a jazmines, veloces y pequeños como peces ciegos. Tendría también que recordar sus besos tenues, inocentes, ensalivados, sus primeros besos de ninfas caprichosas, y sus caricias de miel, de seda, de alas de mariposa. Evocar los suspiros que me negaron, la humedad, el rocío de sus lirios, la ambrosía del momento. Si tengo que recordar a las niñas de mis ojos, no me bastaría la memoria, el laberinto de mis pensamientos, todo el fragor de mi apetito desmedido.



III

Aquel baño de luz líquida, luz de ópalo y manzana. Luz de luz Giannina, baño de oro en tu espalda, en tu piel dorada, en tu cabellera trenzada. Rememorando el paisaje de tu cuerpo desnudo en el pulso de la tarde. Abierto a la vigilia, a los pensamientos sofocados de silencio. Luz ámbar atrapada en la vegetación olorosa a sándalo de tu sexo. Luz trémula Giannina, claridad que me acompaña siempre, esplendor inverosímil en tus manos, en la pulpa de tus pechos, en el incendio de tus cabellos rojos. Luz de luz Gianinna, luz vidriada en tus párpados, en tus pupilas, en el bisel de tu mirada. De por vida Giannina entregado a ti en el perfil ligero y pálido de tu nariz, en la tenue densidad de tus labios, en la confluencia polinizada de tu abrazo. 


Diseño de portada: Liliana Lerma de la Torre

Fotografías: David Hamilton

TEMPRANO PARA EMPEZAR A QUERERTE


                                                 El ángel es un silencio azul
                                                 que se percibe con los ojos.
                                                 Homero Aridjis

El cielo te puso en mi camino.
Porque dijo el ángel:
hagan el amor
y el amor se hizo contigo.
Cuando permanezco entre tus brazos
duermo cobijado
por el párpado azul que nos protege.
Es un finísimo destello de cristales
que atraparon
todos los índigos con un beso.
Ahora estoy seguro
tienes una cruz de cenizas en la frente
antes de ser miércoles
y conocer como realmente eres
esa cruz de cenizas se marcó en la mía.
El ángel extendió sus alas
un rumor de viento sosegado
pintó de añil el horizonte.

José González Gálvez
Julio de 2005

Imagen: René Rabadán Nishimura

UN RETAZO DE TODOS LOS DÍAS

               

                                                    Hacía tantos años que no alzaba la cara,
                                                    que me olvidé del cielo.
                                                    Juan Rulfo                           
                                                     
Los otros no tienen nombre
nunca fueron bautizados
se les conoce como los otros
sin madre, ni padre, ni padrinos
sin ancestros, nacieron sin apelativos
por eso son los otros.
Son los desheredados, los que trafican
con el frio que les amarra la piel a los huesos
con el hambre pegada a las tripas
secos y resecos como ciruelas pasa.
Calados por el poco sudor que sudan
por el sol que nunca sombrea
entre el sílice de las piedras rotas.
Ellos son hormigas en la tierra agrietada
en el noveno paraíso sin historia
en el rosario de todos los días.
Por eso son los otros, los sin nombre
siempre despatarrados y sucios
oliendo como los chivos que cuidan
doblegados por la desazón del destino
con la cara tiesa como palúdicos.
Los otros no conocen las estrellas de siempre
porque las tienen dentro de los ojos cenizos.
Santa Inocencia, ruega por todos ellos.
Por los desheredados
por los hijos pródigos
por los sietemesinos
por los parias
por los fugitivos
por los que no tienen nombre.

José González Gálvez 

Finales de enero de 2015


Fotografía de Juan Rulfo


EN LA ALCOBA DE UN MUNDO


El cielo todo lo sabe. La luna conoce todos los sueños. La noche es cómplice del secreto de los cuerpos que se rozan, del amor que no se puede dejar en otro país y persigue, ata, envenena, acecha. El amor, la separación, la ausencia. El amor como algo demasiado nuevo, demasiado fuerte aún. El amor, demasiado terrible separarse. Cuerpo, alma. Eso es lo que veo en el desierto de mi insomnio.


Pedro Ángel Palou
Editorial Planeta Mexicana 2017

COMO AGUA PARA CHOCOLATE


Las mujeres solemos escribir triste. [...]. Nos entume la nostalgia, nos engarrota el recuerdo, nos vence la cotidianidad que todo lo cubre con la grisura de su polvo. [...] Pero un libro como "Como agua para chocolate. Novela de entregas mensuales con recetas, amores y remedios caseros" nunca lo había visto en el valle de lágrimas de la literatura mexicana [...]. Empecé a leerla de mal talante, el grueso manuscrito de más de doscientas páginas pesándome sobre las rodillas; a partir de la página quince el tiempo se me fue volando y al terminarlo bendecía yo a Laura Esquivel, la cubría de besos, tenía ganas de conocerla, casarme con ella, llorar de felicidad sobre las cebollas finamente picadas, gozar del olor que despiden sus guisos, conocer a fondo todas sus recetas de vida, moles, especias, pelar ajos y limpiar chiles.

Elena Poniatowska





ELEGÍAS DE DUINO


La primera elegía

 ¿Quién, si gritara yo, me escucharía
en los celestes coros? Y si un ángel
inopiadamente me ciñera
contra su corazón, la fuerza de su ser
me borraría; porque la belleza no es
sino el nacimiento de lo terrible; un algo
que nosotros podemos admirar y soportar
tan sólo en la medida en que se aviene,
desdeñoso, a existir sin destruirnos.
Todo ángel es terrible. Así yo, ahora
sepulto, con oscuros sollozos en mi pecho
mi grito de socorro. ¿A quién podremos recurrir?
Ni a los hombres ni a los ángeles.

Rainer Maria Rilke


Fragmento. Versión de Juan Rulfo