La poesía de Andrés Bolaños, es o no es, la sientes o no la sientes, te compenetras en ella o te vas con un palmo en la nariz. Esto sucede porque sus poemas están en eterno movimiento, son un péndulo, un badajo, un metrónomo joven que te hincha la piel, te seduce los poros. Su numen, reblandece la epidermis y doma el ácido láctico de los músculos más reticentes. Su poesía está llena de metáforas, de vasos comunicantes que todo lo explican y para colmo lo complican; porque en el lirismo pernicioso de Andrés, los: “ojos húmedos tienen sueño” y “el calor puede arrastrar plumas de cuervo”. Su poesía duele, nació con una úlcera que nunca cicatriza; pero es un dolor gozoso que se resquebraja y renace de las cenizas como el ave Fénix mitológico. Es un dolor recalcitrante lleno de misticismo y sensualidad.
Escribe Alberto Ruy Sánchez: “Hasta los
dolores más intensos de la vida se convierten en gozo porque abren nuestra
sensibilidad para el placer”.
El pintor italiano Guido Reni, nos ofrece
un San Sebastián joven, sensual, con la vista desviada hacia los cielos,
implorando; con el torso de efebo atravesado por dos flechas, nimbado de gloria
y colmado de voluptuosidad. Es una parábola de dolor llena de misticismo.
También el genial pintor español, Salvador
Dalí escribe en el prólogo de su novela “Rostros ocultos”, un fragmento que tal
vez despeje el sentido en la pasión de los poemas de Andrés: “Porque desde el
siglo XVIII la trilogía pasional inventada por el divino Marqués de Sade ha
permanecido incompleta: Sadismo, Masoquismo… Era preciso descubrir el tercer
término del problema, el de la síntesis y la sublimación: el Cledalismo, nombre
que se deriva del de la protagonista de mi novela, Solange de Cleda. El sadismo
puede ser definido como el placer experimentado a través del dolor infligido al
objeto; el masoquismo, como el placer producido a través del dolor infligido
por el objeto. El Cledalismo es el placer y el dolor sublimado por una absoluta
identificación trascendente con el objeto. Solange de Cleda restablece la
pasión normal; es una santa Teresa profana, Epicuro y Platón ardientes en una
sola llama de eterno misticismo femenil”.
SAUDADES, el quinto libro de Andrés
Bolaños, nos descubre un mundo desolado, habitado por seres transparentes
llenos de dolor, que buscan redimirse en el sufrimiento, son amores
incomprendidos, anémicos, débiles; seres que se nutren morbosamente de su misma
agonía, marionetas sin hilos, muñecos de luz sin voltaje.
Para entender mejor el significado del
vocablo “saudade” me remito al ensayo
“Lisboa y los fantasmas de la ausencia” de Xavier Velazco: “Todos hemos
experimentado alguna vez la sensación, pero nos ha faltado la palabra ideal
para nombrarla. Hablamos entonces de una nostalgia que duele hondo, algo así
como un quejido fantasmal que corre por las venas y se instala en el tuétano
para recordarnos las ausencias marinas que nos habitan. Los portugueses, que en
esto de navegar los mares de la tristeza poética tienen callo de almirantes,
bautizaron a esta inquietante sensación como saudade. Cuando una persona es invadida por la saudade, lo mejor que contrae es un inmenso deseo por escribir
poemas. Cada poema no es ya, pues, algo que leemos, sino concretamente una cosa
que nos pasa y que nos duele, que enciende los fuegos más recónditos del alma.
Los poemas son, por tradición, un canto triste, de textura quimérica y
extensión oceánica. La saudade es una
sensación que nace, crece, se reproduce y se estremece a partir de un silencio
solitario y estruendoso. Acaso el más sonoro de todos los silencios en mitad
del más terso de todos los naufragios”.
Las saudades
de Andrés, son fantasmas que se multiplican copulando con el tiempo y sobreviviendo
al más espantoso temor de los amores en discordia. El autor escribe: “y estos fantasmas fueron de carne un día.
Tuvieron piel, calor, contorno, fueron juego y sonrisa. Tuvieron nombre, edad,
medida, tuvieron brazos, hombros, pecho, muslos, vello rizado para su
intimidad, manos hermosas, rostro, andar, gustos, enojos… olores y humedades.
Ahora pueblan los sucios rincones de la casa y se desmembran en pedazos vivos”.
SAUDADES de Andrés Bolaños es un poemario
lleno de belleza dolida, sumergido en un caldo vivo de sensaciones profanas,
irredento en el flujo apabullante de nuestras arterias, donde irremediablemente
uno —el lector— queda atrapado en esa vegetación insólita que se desparrama en
palabras que destilan desconsuelo, pero que también festejan la ceremonia de la
carne que palpita.
José
González Gálvez
Imagen:
Felipe Pérez Contreras (Philip)
El amor y el dolor en su plenitud, convergiendo en una solo fin. El placer.
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