martes, 7 de abril de 2020

SOLITARIO DE AMOR QUE ME DEJAS


 


Allá, más que lejos, en esas aguas donde
costumbre y sueño, al abrazarse, hierven
y luego estallan, me hundo para tocar  mi
flauta.
Marco Antonio Montes de Oca: El mar nunca rendido


A veces pienso que caminé más de lo debido, tan solo tengo dos pies y hoy todavía es jueves.
      Cuando mi tía Jacoba tocaba el piano el mundo me parecía un globo de bruma. Me imaginaba caminando en un bosque de tilos vestida con las hojas últimas del otoño. Y ahí estaba yo, desgarrada de impaciencia, con la humedad del amanecer pegada a la piel y un silencio sobrecogedor tan íntimo como el primer día de la creación.
     Mi tía Jacoba y su música me lastimaban la consciencia, de los ojos me brotaban lágrimas, el corazón me sangraba de dolor, las glándulas salivaban menta y toda la noche soñaba sueños regidos por el metrónomo de tu ausencia.
     Los arpegios me desnudaban el alma. Entonces quería caminar, tener alas en los pies y recorrer todos los caminos imaginados dentro de un poema de dolor.
     Y ahora que aún es jueves me siento tan deprimida, tan sin fuerzas, tan incapaz de impedir la fuga de los pentagramas de la tía Jacoba. Me siento enferma en este solitario de amor que me dejas, atrapada en este teorema clandestino de caricias, perdida en un mar de incendios, arrastrada por la vorágine de un último diluvio, cubierta de ficciones, de voces viejas.

José González Gálvez


Imagen: Flor Garduño  

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