Allá, más que
lejos, en esas aguas donde
costumbre y
sueño, al abrazarse, hierven
y luego
estallan, me hundo para tocar mi
flauta.
Marco Antonio
Montes de Oca: El mar nunca rendido
A veces
pienso que caminé más de lo debido, tan solo tengo dos pies y hoy todavía es
jueves.
Cuando mi tía Jacoba tocaba el piano el
mundo me parecía un globo de bruma. Me imaginaba caminando en un bosque de
tilos vestida con las hojas últimas del otoño. Y ahí estaba yo, desgarrada de
impaciencia, con la humedad del amanecer pegada a la piel y un silencio
sobrecogedor tan íntimo como el primer día de la creación.
Mi tía Jacoba y su música me lastimaban la
consciencia, de los ojos me brotaban lágrimas, el corazón me sangraba de dolor,
las glándulas salivaban menta y toda la noche soñaba sueños regidos por el
metrónomo de tu ausencia.
Los arpegios me desnudaban el alma.
Entonces quería caminar, tener alas en los pies y recorrer todos los caminos
imaginados dentro de un poema de dolor.
Y ahora que aún es jueves me siento tan
deprimida, tan sin fuerzas, tan incapaz de impedir la fuga de los pentagramas
de la tía Jacoba. Me siento enferma en este solitario de amor que me dejas,
atrapada en este teorema clandestino de caricias, perdida en un mar de
incendios, arrastrada por la vorágine de un último diluvio, cubierta de
ficciones, de voces viejas.
José González Gálvez
José González Gálvez
Imagen: Flor
Garduño
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