sábado, 30 de septiembre de 2017

MESTIZO


Para Alba Malpica.

La Mar Océana en la placidez de su extensión, regurgita olas pardas como lomos de manatíes que se soñaron sirenas. Todo es calma, pero no silencio, porque el rumor de la mar es continuo, pausado, rítmico, en un vaivén de oleaje perpetuo. No existe infinito porque no existen fronteras que puedan contener una mar tan grande en un planisferio de navegante.

     De pronto la tranquilidad se ve rota por una arteria eléctrica. Un despliegue de luz anuncia la presencia de la divina serpiente emplumada, que se ondula y se busca a sí misma para morderse la cola, encerrada en un fonograma de chirimías y timbales.

     La tormenta fosforescente se calma, la serpiente con plumas de quetzal se pierde en el cielo interminable. Asciende convertida en estrella.

     La mar vuelve a la calma hasta que se ve interrumpida por tres enormes casas flotantes que despliegan sus velas como alas de gaviota. Son las carabelas que traen de otro continente a los hombres blancos y barbados, a los coalli prometidos, a la peste, a la guerra.

    Imperturbable, dentro de su majestuosidad de astro, la divina serpiente espera.

José González Gálvez 

Coatzacoalcos Veracruz 2008




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