Escribir con agua,
peculiar definición de la fragilidad sustancial a toda escritura. Y título que
di a la breve reunión de algunos de mis poemas de orientes lejanos que me
publica ahora Miguel Ángel Calleja, en su editorial Parentalia, y que
presentamos en la Feria del Libro de Minería, Escrito con Agua.
A lo largo de los años
he explorado con curiosidad atenta varios orientes. Como viajero y como lector.
Pero siempre será mucho más lo que quiero conocer y reconocer. El libro todavía
inédito de crónicas, instantáneas y ensayos, algunos publicados en periódicos y
revistas, se titulará, tal vez, Viajar es
enamorarse despacio. Y en él, orientes lejanos y cercanos son el eje de mi
relación apasionada con una parte del mundo.
Mi relación más intensa
ha sido, por supuesto, con los muchos Méxicos que laten en nuestro país y que
nuestros gobernantes con frecuencia no saben ver, les incomodan, no saben cómo
pensar ni comprender. Y mucho menos incluir en sus proyectos de modernidad. Ésa
ha sido por casi treinta años la labor que hemos hecho en Artes de México, explorar los orientes y los occidentes siempre
sorprendentes de nuestras culturas.
Mi segunda relación
larga e intensa ha sido con Marruecos. Y en especial con la ciudad portuaria de
Mogador. Donde se sitúan en parte cinco de mis novelas y algunos cuentos: Nueve veces el asombro, Los nombres del aire, En los labios del agua, Los jardines secretos de Mogador, La mano del fuego; el relato “La huella del grito” y los poemas de Decir es desear. Por más de treinta
años he escrito sobre esa ciudad, en ella y con su gente, sobre todo mujeres
que he escuchado atentamente hablar de su deseo.
Alberto Ruy Sánchez Lacy
Fragmento del texto de
la revista Lee editada por Gandhi
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