Tus
senos tienen un lejano sabor a continente.
Eraclio Zepeda
Para Fernando Martínez González y
Alexander Gristo Savornin
De
la tinta bautismal de Salvador Novo
nació
la undécima musa
columna
al rojo vivo, lava que al tocarse abrasa
un
instante portentoso
borrasca
que nunca duerme
un
hito en el espacio de las letras.
Nada
de Ave Fénix, tampoco hierofante de Eleusis
sólo
Pita, únicamente ella
mujer
que escribe cuando el dolor lacera.
Tu
cuerpo inmortal, incorrupto en cenizas
que
el hielo incendia
fue
plasmado para siempre
por
Raúl Anguiano, Diego Rivera y Juan Soriano
entonces
Pita, tu nombre es rescoldo de inquietudes
acertijo
en la fisura de la historia
poemas
que fueron tu penitencia.
¡Ay
Pita de mil amores!
Eterno
resplandor del Paseo de la Reforma
los
hilos de la memoria te traicionaron
cobraron
su peso en oro
terminaron
siendo bisutería.
¡Yo
soy la Reina de la Noche!
Gritabas
eufórica
desabotonando
tu espléndido abrigo de mink
carne
transparente fina porcelana
súbita
imagen de pétalo y rocío
pavesas
de una lumbre que arde y quema.
Te
paseabas oronda por la Zona Rosa
con
tu sombrilla ridícula y tus flores de papier
mache
vendiendo
tus autorretratos
y
las ingenuas gallinitas ciegas.
¡Ay
Pita de mil amores!
El
olvido te envolvió en su sábana percudida
se
perdió el deseo consumado
la
fiebre que embriagaba tus sentidos
terminaste
fulminada por la neumonía
dentro
de gases enrarecidos
en
una clínica de San Jerónimo.
Te
marchaste como siempre lo habías pedido
llena
de esa ansiedad humana que te carcomía
liviana,
palpable, insumisa
marchaste
soberbia al encuentro con Dios
que
tanto habías mencionado en tus décimas.
Imagen: Diego Rivera
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