viernes, 9 de enero de 2015

NAHUI OLLIN


“¿De donde provienen los ojos de sulfato de cobre de algunas mexicanas que las hacen parecer encandiladas, posesas, veladas por una hoja de árbol, una ola de mar? De que Nahui Ollin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salaba se movía dentro de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas de mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil. Convivir tampoco. El Doctor Atl la vio en un salón y se abrió ante él un abismo verde como el mar. ‘Yo caí en ese abismo, instantáneamente, como el hombre que se resbala de una roca y se precipita en el océano. Atracción extraña, irresistible. La invitó a ver su pintura en una vieja mansión de la calle Capuchinas número 90. –Quizá le gustaría a usted ver mis cosas de arte. Así le dijo la serpiente a Eva, y empezó el paraíso para ambos. ¡Pobre de Nahui! ¡Pobre del Doctor Atl!.” Vulcanólogo, vulcanizado. Su volcana rugía más que el Iztaccíhuatl. Inflamada, no dormía no dormía jamás. Se quejaba, pedía más, otra vez, cada día pedía más. Sus escurrimientos no eran lava, eran fuego. Sus fulgores venían de otro mundo. ¡Hay volcana! ¡Pobre del Dr. Atl! 

Elena Poniatowska
Ediciones Era 2000

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