viernes, 9 de enero de 2015

CON LA CERTEZA DE MI AMOR DOLIDO


                                                                                   
                                                                                                                Como una luz callada
                                                                                                                Flor Cecilia Reyes

Una débil luz la penetró desde la vagina hasta el cuello. Al despertar encontré un pequeño caracol dejando su baba plateada en el muslo de Ligia. Mi saliva cuando está seca también se argéntea en la piel satinada de su espalda. Ayer nos besamos con fruición, después mi lengua se perdió en al abulón vivo de su sexo. Gimió apretando con fuerza las sábanas. Enardecida abrió los muslos en abanico y empujó mi cabeza en su fondo marino. Ligia despertó cuando el caracol se durmió en la geografía placentera de su entrepierna.

En el verano anterior, se entretuvo cortando espigas de centeno. Hoy duermen debajo de las almohadas. Por eso creo que soñamos con pan recién horneado, gavillas suculentas, un sol que nunca descansa.

Ligia permitió que los caracoles anidaran en su axila izquierda. De ahí, los rastros de plata vieja llegaron a su pobre corazón abierto en cavidades. Consternada lloró entre espasmos, y no se detuvo hasta que una aurora boreal germinó en su matriz debilitada. Mi dolor se esgrafió cerca de su pecho, pero Ligia transfigurada dejó que sus manos encontraran la llanura apacible de mi escroto. “Mañana” me dijo al oído, cuando una débil luz la penetró desde la vagina hasta el cuello.

José González Gálvez 

2011 

1 comentario:

  1. Su texto me ha parecido definitivamente excelente: es el justo medio entre la poesía y la narrativa.

    José Antonio Durand

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