lunes, 20 de enero de 2014

TANGO COLOR ROJO CEREZA

Acababa de pasar el último transeúnte de la madrugada. La calle permanecía serena, lavada de gritos, de portazos, de ruido de botellas. Con el frio de las primeras horas, todo era una escenografía gris y mustia. 

En uno de los tantos balcones del edificio en ruinas, con las ventanas abiertas a la placidez de la mañana, se dejaban escuchar las notas cansadas de una milonga taciturna. El piso de la habitación estaba regado con polvo de bicarbonato y jeringas usadas. Junto al sofá desconchado, el cuerpo de una mujer se cubría de finísimas flores moradas. 

Un diminuto gorrión revoloteaba inquieto alrededor del cráneo rapado de la mujer de cera. Los últimos arpegios de La Cumparsita, gimoteaban en el interior de un anticuado pianoforte. 

Los turistas entraban y salían de un bar marcado en la ruta de su itinerario.

José González Gálvez

Abril de 1988

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