martes, 10 de septiembre de 2013

BAJO LA TEMERIDAD DEL CIELO

   
                     Y sangre es el milagro que va en
                  las venas del aire de mi corazón
                  al tuyo.
                                                         Frida Kahlo













Ahora somos hijos de la misma Madre
sangre negra
negra sangre
fetos anudados del cuello
por un conducto flexible
de músculos lisos.
Tus manos abiertas como espejos
son azogue de plata quemada
lisa superficie
que es metal y mirada de arcángel niño.
Somos hijos de la enfermedad hecha dolor
parto afiebrado que se abrió
en dos cotiledones verdes.
Soy tu hermano
tu sombra congelada
tu sueño soñado
tu piel cuarteada
tu aliento de vinagre
tu ombligo cráter lunar
tu sexo florecido en amapolas.
Somos hermanos por el cordón umbilical
que nos rodea
Friditos que nos alimentamos de mucílago
iluminados por la vieja luna nueva.
Ahora nos tenemos los dos únicamente
frente a frente
boca a boca
abrazados entre brazos
vistos por la pupila de obsidiana
Madre piedra
Madre tezontle
Madre roca volcánica que pare incendios
embriones calcinados cubiertos de un gris recuerdo
mar muerto de sangre muerta
placenta agrietada
por grietas que sudan calcio.
Somos hermanitos enredados
por una manguera de carne y venas.
Salgamos tomados de la mano
dejemos atrás la matriz reventada
el pulso calcinado de las horas
el tren de las seis que no llega a tiempo
el sendero de sal viva que se agita y respira
el ombligo enterrado en un cementerio sin muertos
luz que brota y luego se petrifica
golondrina tatuada entre tus cejas
chupamirto pájaro insecto
colibrí que vuela y zumba.
Soy tu mirada hermano
mírame al otro lado de tu lado
Soy tu cuerpo emancipado
mitad sol atrapado en los aros de Saturno
mitad luna recién parida
por el viento estéril de Mercurio.
Somos llama que enciende y no arde
somos hijos de la misma Madre
gestados en la hora del lobo
cuando el miedo se esconde
debajo de las camas
el miedo que ya no es miedo
sino un simple guiño que se pudre
en el fastidio de las horas.
Nos amamantamos de cielo
pezón oscuro que es noche
cubierto con una sábana de luciérnagas.
Soy tu corona de espinas
tus clavos
tu costado herido
tu columna rota
tu pierna mutilada
tus lágrimas que son cinabrio amargo
como el níspero fermentado
como la uva que se hincha y revienta
como la sandía que hierve de semillas negras
como el pérsico anaranjado
que es dulce y duele morderlo.
Hermanito pintemos un cascabel
para que ruede y suene.
Una boca exangüe
unos labios palpitantes
un carmín que manche al besarse
un cráter que es lava y cenizas al instante.
Tu corazón inmaculado
árbol de la sabiduría
custodia bendita
rosario de ansiedades
sol que nace de la matriz seca.

José González Gálvez


Junio de 2008

                                                  

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