Porque a mí, a la lejana, no la quieren.
Julio Cortázar

Se sentía independiente. Soberana absoluta de los espejos, alejada de los temores, ahora podría reflejarse única. Bellísima con su rostro ovalado, pétalo de rosa, la mirada aristocrática heredada de la bisabuela, el cabello ondulado, sedoso, en bucles color de encino. Ella, la indispensable Alina, la concertista privilegiada, con su pianoforte de maravilla y sus movimientos de felino.
Esa noche durmió tranquila, engolosinada en una placidez de santa, que no le permitió descubrir que en el espejo ovalado del tocador, la otra Alina, la miraba con repulsión.
José González Gálvez
Enero de 2011
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