Detrás de
las figuraciones de Elena Poniatowska acaba dibujándose el contorno de un
ángel, un ángel caído, baldado: Jesusa Palancares, un ángel viejo, un guajolote
que la vida ha apaleado; Gaby Brimer, un ángel nuevo con el cuerpo roto; Quiela
Beloff, un pájaro azul atrapado en la ausencia de Diego; Tina un ángel rojo,
perseguido por la pasión y la muerte en el amor, la revolución y el arte. No
hay ángel más desamparado que Paulina. Todos, inclusive Mariana/Elena, son
ángeles caídos, que han perdido su pureza, manchados de diferentes formas.
Todas las protagonistas son ángeles caídos, especialmente las marías y las
mulitas, arrojadas al vendaval del Distrito Federal.
En esta operación de inventario, la
escritora imagina a México entre la pertenencia y el extrañamiento. Su
narrativa se comporta como una cámara fotográfica: “Puesto que toda foto es
contingente y (por ello fuera de sentido) la fotografía sólo puede significar
(tender a una generalidad) adoptando una máscara” (Barthes). En este catálogo
de ángeles mexicanos la significación corre por cuenta de la mirada y el deseo
de la escritora.
Carmen
Perilli
Beatríz
Viterbo Editora 2006
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