El bosque
chileno.
…Bajo los
volcanes, junto a los ventisqueros, entre los grandes lagos, el silencioso, el
enmarañado bosque chileno… Se hunden los pies en el follaje muerto, crepita una
rama quebradiza, los gigantescos raulíes levantan su encrespada estatura, un
pájaro de la selva fría cruza, aletea, se detiene entre los sombríos ramajes. Y
luego desde su escondite suena como un oboe… Me entra por las narices hasta el
alma el aroma salvaje del laurel, el aroma oscuro del boldo… El ciprés de las
Guaitecas intercepta mi paso… Es un mundo vertical: una nación de pájaros, una
muchedumbre de hojas… Tropiezo en una piedra, escarbo la cavidad descubierta,
una inmensa araña de cabellera roja me mira con ojos fijos, inmóvil, grande
como un cangrejo… Un cárabo dorado me lanza su emanación mefítica, mientras
desaparece como un relámpago su radiante arcoíris… Al pasar, cruzo un bosque de
helechos mucho más alto que mi persona: se me dejan caer en la cara sesenta
lágrimas desde sus verdes ojos fríos, y detrás de mí quedan por mucho tiempo
temblando sus abanicos… Un tronco podrido: ¡qué tesoro! Hongos negros y azules
le han dado orejas, rojas plantas parásitas lo han colmado de rubíes, otras
plantas perezosas le han prestado sus barbas y brota, veloz, una culebra desde
sus entrañas podridas, como una emanación, como que al tronco muerto se le
escapara el alma… Más lejos cada árbol se separó de sus semejantes… Se yerguen
sobre la alfombra de la selva secreta, y cada uno de los follajes, lineal,
encrespado, ramoso, lanceolado, tienen un estilo diferente, como cortado por
una tijera de movimientos infinitos… Una barranca; abajo el agua trasparente se
desliza sobre el granito y el jaspe… Vuela una mariposa pura como el limón,
danzando entre el agua y la luz… A mi lado me saludan con sus cabecitas
amarillas las infinitas calceolarias… En la altura, como gotas arteriales de la
selva mágica se cimbran los copihues rojos (Lapageria rosea)… El copihue rojo
es la flor de la sangre, el copihue blanco es la flor de la nieve… En un
temblor de hojas atravesó el silencio la velocidad de un zorro, pero el
silencio es la ley de estos follajes… Apenas el grito lejano de un animal
confuso… La intersección penetrante de un pájaro escondido… El universo vegetal
susurra apenas hasta que una tempestad ponga en acción toda la música
terrestre.
Quien no
conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel
barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo.
Editorial
Seix Barral
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