WALT WHITMAN
En un país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su
entrecejo,
algo que impera y vence con noble
encanto
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros digno del
manto:
y con arpa labrada de un roble añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro tiempo mejor.
Dice al águila: ¡Vuela!, ¡Boga! al
marino,
y ¡Trabaja! al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!
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