EL ASPECTO FÍSICO
(FRAGMENTO)
Dos de las descripciones más nobles que ha
alcanzado la forma del Diablo, son las debidas a Dante y a Milton. Difieren
notablemente una de la otra, pero la suma de ambas nos da esa mezcla de
seducción y pavor, de infinita gracia e infinita tristeza, que corresponde a la
imagen interior del Diablo que todos poseemos. Los dos más altos constructores
de demonologías (no olvido a William Blake, pero el autor del Matrimonio del Cielo y el Infierno jamás
se propuso una sistemática, acaso porque vivía dentro de ella) nos aportan los
datos de lo que podríamos llamar la dignidad
del Diablo; ambos, se lo toman en serio; ambos, eluden toda facilidad o
caricatura, y nos ofrecen un retrato terrible (y también especular) en el que
podamos ver la sumisión del hombre a la tragedia personal del Príncipe de este
mundo. El italiano –católico y, por lo tanto, suntuosamente figurativo- nos
habla de las tres caras del Diablo y de su tornadizo color, de la belleza
perversa y sensual y, en un insinuante hallazgo, de sus seis alas “llenas de
ojos” que agita constantemente; el inglés –presbiteriano y, por lo tanto,
turnio y marcado al puritanismo- nos da la imagen más desolada y sombría, más
inquietantemente próxima a nosotros que la literatura haya pergeñado sobre el
Tentador: el Diablo de Milton es un Diablo que no ha dejado nunca de ser
Lucifer –el lucero del alba, el más bello y perfecto de los ángeles- y que se
consume en el espantoso fracaso de su potestad. Digno, no puede admitir la
derrota; derrotado no puede esquivar la melancolía; melancólico, la propia
abulia lo sume en el infinito vacío de su amor: allí donde la belleza no sirve
y le es esquiva; se ejercita sólo para su taciturna certera de tenerla.
Alberto Cousté
Editorial Argos 1978
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