miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL MAR AZUL EN TUS PALABRAS



Eran las cuatro de la madrugada cuando Miroslava me llamó por teléfono. Adormilado aún, no reconocí su voz, y tuve que aguardar unos segundos para distinguir el timbre de sus palabras:
     —Andrés  —Me dijo con su voz de mar en calma—. Por favor desvísteme con tu poesía.
El océano se desplazó lentamente como encaje blanco en una playa de arenas desmayadas. Su marea se regía en una perpetua lectura de notas en pentagrama. Un adaggieto solemne, inmarcesible.
Miroslava rezó en silencio de marea tenue:
     —Abrázame desnuda con tus sonetos que me calcinan toda. ¡Te lo suplico! Mi corazón late en sístole perpetua.
     El auricular se extravió entre sábanas y almohadas. Me vestí como pude y salí a su encuentro. Al entrar a la recámara de Miroslava, una vorágine de aguas de océano se filtraba a través de las paredes, y un párpado de luminosidad azul acero, rodeaba el lecho de mi amada.

José González Gálvez 

Coatzacoalcos 27 de febrero de 2019

Imagen: Joaquín Sorolla y Bastida

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