sábado, 4 de marzo de 2017

ELENA PONIATOWSKA


JORGE LUIS BORGES Y LOS DONES DE LA VIDA



                                                                                                           Los ojos a quien privas de que vean
                                                                                                           hermosa  luz que  a  un  tiempo concediste
                                                                                                           Juana Inés Ramírez de Asbaje

Releer la poesía de Borges me llevó un buen tiempo, me había enfrascado tanto en su prosa, que ahora me resultaba difícil tomar esa nueva directriz. Pero había que cumplir con la tarea del diplomado y con la indicación del maestro Juan Domingo Arguelles. De modo que tomé muy en serio el Poema de los dones y puse fin a mi mutismo de dos semanas.
Ahora no puedo dejar de pensar en la primera línea del poema “Nadie rebaje a lágrima o reproche”, y de ahí seguí leyendo de corrido. En primer lugar y para mi asombro, el poeta, manifiesta y en mayúsculas siete palabras que son indispensables, a saber [Dios, Alejandría, Oriente, Occidente, Paraíso, Groussac y Borges] número cabalístico muy ad hoc a su escritura, luego el poema en sí, es una columna vertebral compuesta de diez cuartetos en perfectos endecasílabos, que como arcos costales custodios, protegen el corazón de las estrofas. La belleza de esta paradoja resulta en que un invidente quede a cargo de una biblioteca, pudiera resultar inverosímil, sin embargo, este dramatismo no cae en la trampa fácil de la exageración, porque es manejado con destreza por un poeta que remarca los adjetivos como recursos para alimentar su trabajo diario.
Escribe Salvador Elizondo: “La clara inteligencia de los dones que Borges nos ha dado, seguramente se vería disminuida si no fuera por esa cualidad que ha hecho de la poesía algo así como una radiante continuación de su prosa” y Elizondo continua seis páginas después en su mismo ensayo: ”El Poema de los dones resume toda la obra y las aspiraciones de Borges y nos lo representa irónicamente confundido con su destino hecho de otredades, de sueños y obsesiones”.
La ironía de Borges no es gratuita, como una cábala a las cuales era afecto, recibió en 1959 de parte del Gobierno de la Revolución Libertadora, la dirección de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, casi inmediatamente cuando acaba de perder la vista, así como su antecesor, el historiador francés Paul Groussac, a quien admiraba y que pudiéramos tomar como su figura tutelar, arquetipo o alter ego.
El poema en estudio pertenece a su segunda etapa, y está incluido en su libro “El Hacedor” publicado en 1960. El mismo Borges, escribe en el prólogo, lo que relaciono íntimamente con su poema: “Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente”.
El Poema de los dones es en sí todas las aspiraciones de su autor, en un contexto cáustico paralelo a su destino y exento de lamentaciones. Puedo atreverme a decir que su poesía es un paraíso de palabras dentro de senderos que no se bifurcan. Borges menciona respecto a su enfermedad: Fue apenas patético porque fue muy lento el crepúsculo”. Si su dolencia fue parsimoniosa, es de admirar la belleza de sus palabras escritas. Este texto en particular es un poema de una ironía suculenta, es su confesión, su yo interno desplegado.


               “mundo que se deforma y que se apaga
                en una pálida ceniza vaga
                que se parece al sueño y al olvido”



Coatzacoalcos Veracruz
Agosto de 2010 








EL LENGUAJE DE WALT WHITMAN



Walt Whitman habla en versículos, sin música aparente, aunque a poco de oírla se percibe que aquello suena como el casco de la tierra cuando vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triunfantes. En ocasiones parece el lenguaje de Whitman el frente colgado de reses de una carnicería; otras parece un canto de patriarcas, sentados en coro, con la suave tristeza del mundo a la hora en que el humo se pierde en las nubes; suena otras veces como un beso brusco, como un forzamiento, como el chasquido del cuero reseco que revienta al Sol; pero jamás pierde la frase su movimiento rítmico de ola. Él mismo dice cómo habla: “en alaridos proféticos”; “estas son dice, unas pocas palabras indicadoras de lo futuro”. Eso es su poesía. Sus frases desligadas, flagelantes, incompletas, sueltas, más que expresan, emiten: “lanzo mis imaginaciones sobre las canosas montañas”; “di, Tierra, viejo nudo montuoso, ¿qué quieres de mí”; “hago resonar mi bárbara fanfarria sobre los techos del mundo”.

José Martí


PITA AMOR


Pita, en medio de lo mucho que ha vivido, como ella misma lo confiesa sigue siendo una niña de cabellos enmarañados, como de grandes ojos oscuros con los sueños y pesadillas enredadas de las pestañas.


Elena Poniatowska, septiembre de 1954