Los ojos a quien
privas de que vean
hermosa luz que
a un tiempo concediste
Juana Inés Ramírez de Asbaje
Releer la poesía de Borges me
llevó un buen tiempo, me había enfrascado tanto en su prosa, que ahora me
resultaba difícil tomar esa nueva directriz. Pero había que cumplir con la
tarea del diplomado y con la indicación del maestro Juan Domingo Arguelles. De
modo que tomé muy en serio el Poema de
los dones y puse fin a mi mutismo de dos semanas.
Ahora no puedo dejar de pensar
en la primera línea del poema “Nadie rebaje a lágrima o reproche”, y de ahí seguí
leyendo de corrido. En primer lugar y para mi asombro, el poeta, manifiesta y
en mayúsculas siete palabras que son indispensables, a saber [Dios, Alejandría,
Oriente, Occidente, Paraíso, Groussac y Borges] número cabalístico muy ad hoc a su escritura, luego el poema en
sí, es una columna vertebral compuesta de diez cuartetos en perfectos
endecasílabos, que como arcos costales custodios, protegen el corazón de las
estrofas. La belleza de esta paradoja resulta en que un invidente quede a cargo
de una biblioteca, pudiera resultar inverosímil, sin embargo, este dramatismo
no cae en la trampa fácil de la exageración, porque es manejado con destreza
por un poeta que remarca los adjetivos como recursos para alimentar su trabajo
diario.
Escribe Salvador Elizondo: “La
clara inteligencia de los dones que Borges nos ha dado, seguramente se vería
disminuida si no fuera por esa cualidad que ha hecho de la poesía algo así como
una radiante continuación de su prosa” y Elizondo continua seis páginas después
en su mismo ensayo: ”El Poema de los dones resume toda la obra y las
aspiraciones de Borges y nos lo representa irónicamente confundido con su
destino hecho de otredades, de sueños y obsesiones”.
La ironía de Borges no es
gratuita, como una cábala a las cuales era afecto, recibió en 1959 de parte del
Gobierno de la Revolución Libertadora, la dirección de la Biblioteca Nacional
de Buenos Aires, casi inmediatamente cuando acaba de perder la vista, así como
su antecesor, el historiador francés Paul Groussac, a quien admiraba y que
pudiéramos tomar como su figura tutelar, arquetipo o alter ego.
El poema en estudio pertenece
a su segunda etapa, y está incluido en su libro “El Hacedor” publicado en 1960.
El mismo Borges, escribe en el prólogo, lo que relaciono íntimamente con su
poema: “Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una
manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un
orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente”.
El Poema de los dones es en sí todas las aspiraciones de su autor, en
un contexto cáustico paralelo a su destino y exento de lamentaciones. Puedo
atreverme a decir que su poesía es un paraíso de palabras dentro de senderos
que no se bifurcan. Borges menciona respecto a su enfermedad: Fue apenas
patético porque fue muy lento el crepúsculo”. Si su dolencia fue parsimoniosa,
es de admirar la belleza de sus palabras escritas. Este texto en particular es
un poema de una ironía suculenta, es su confesión, su yo interno desplegado.
“mundo que se deforma y que se apaga
en
una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido”
Coatzacoalcos Veracruz
Agosto de 2010
Coatzacoalcos Veracruz
Agosto de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario