Silenciosa, acosada por
miles de presagios, camino por todo lo ancho del jardín. Las hojas secas crujen
bajo la presión de mis pies descalzos. Mis manos, atacadas repentinamente por
un temblor, se crispan ante la vaguedad de lo incierto. Mi abdomen parece
recibir los estímulos de mi inseguridad, todo mi cuerpo palpita ante la
sensación de un nuevo ser gestado. Mis ojos recorren ansiosos las balaustradas de
granito, los pasillos de mármol, las columnas dóricas, las estatuas de
alabastro decapitadas, los macetones quebrados, las escalinatas en pedazos, los
frontispicios en ruinas, las mansardas carcomidas. Me acuesto entre la
hojarasca y sueño. Un árbol seco, de forma caprichosa, sostiene entre sus ramas
nudosas a un cuervo que con movimientos ágiles y voluptuosos devora la carroña
del pasado. Las parcas envueltas en lienzos de eternidad recorren sótanos,
estancias, corredores vacíos de esta mansión en decadencia. Una explosión de
soles incandescentes marca la anunciación original, mi cuerpo se mantiene
dentro de un espasmo continuo y de entre mis piernas brota un surtidor de aguas
cristalinas. El céfiro legendario viene arrastrando el desorden de la peste, de
entre ella recojo un espejo que devuelve mi imagen transfigurada en ave. Un
ánade pasa volando sobre un lago en reposo, y sus aguas aletargadas sucumben
ante la mínima vibración del roce. Todo movimiento encerrado en el silencio de
la noche, despierta ante el llamado heráldico de la muerte.
José González Gálvez
Ciudad de México 1976
Este texto rescata mi espíritu del naufragio que estoy viviendo y cuyo título fue mi compañera cuando llegué a Playa del Carmen. Me fascina la destreza con que las imágenes se suceden unas a otras. Puedo escuchar las pisadas en la hojarasca... percibir la ansiedad en la mirada de cuanto la rodea... sentir entre las piernas como escapa el agua de la "fuente"... abandonando la vida...y puedo ver y escuchar el cuervo... devorando el pasado.
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir este texto...es perfecto.
Laura Morales Chapa