miércoles, 22 de julio de 2015

ARIADNA



Ariadna se entregó anhelante al placer gestado durante las caricias febriles y los susurros mágicos. Dócil, se abrió como una gruta encantada, como un fondo marino bíblico. Después todo fueron estertores. Ariadna gemía, arañaba, se enroscaba. Terminó inundada por una erupción volcánica. El final de la obertura fue cruel, sanguinario. Satisfecho, su amante tomó una hoja que reverberó como una flama de acero y la dejó caer en el cuello de Ariadna que aulló de dolor. Su grito de angustia se hundió para siempre en el pozo del horror pánico. Brotó la sangre, los miembros seccionados, las vísceras pulsátiles.



Ciudad de México 1977

LA POESÍA NARRADA DE JOSÉ GONZÁLEZ GÁLVEZ


Del griego epiphaneia, que es “aparición”, viene del término epifanía. Así de denomina en el catolicismo a la celebración del seis de enero, cuando el niño Jesús se manifestó por medio de una estrella a los llamados “reyes magos” o “santos reyes” que por cierto no eran ni reyes, ni magos, ni santos.

José González Gálvez es, por lo menos, mago. Posee su religión que son las palabras, la aparición se da con cada hallazgo de sus frases poéticas: prosa poética: Más que contar, José dice. Describe también, y este libro se encuentra poblado de hallazgos idiomáticos, de erudición en su referencia a culturas lejanas, a la música, a la mitología.

Tal condición, sin embargo, no vuelve lejana ni difícil su escritura en momento alguno. Señalada por la inteligencia, se antepone siempre, no obstante, la epidermis, el erotismo en cada uno de sus cuentos. Aquí se encuentra cifrada la calidez del trópico, lo mismo que la sensualidad veracruzana en cada una de las mujeres que describe con ardor su pluma.

Heredero directo de “La musa del Papaloapan”, Josefa Murillo, la autora de Vagando en el terruño, A una estrella, Imagen blanca y Ecos, José González Gálvez también hace poesía, pero sin estrofas. Escapa a todos los géneros y, por lo mismo, la suya es una tarea renovadora de nuestras letras. En relatos brevísimos, algunos de media cuartilla o menos, nos dice más en torno al amor y la vida que todo un tratado filosófico. Determinado por la belleza, sibarita evidente, se regodea en su dominio del lenguaje para entregarnos creaciones que asombran por su belleza, y por los mundos a que puede conducirnos a través del intertexto. Así como Veracruz ha sido puerto heroico a lo largo de la historia, González Gálvez ejerce el heroísmo de inventar, de innovar en nuestras letras.

No sólo en Josefa Murillo, sino en todos los epígrafes que acompañan cada cuento de los aquí incluidos, se localizan las claves del estilo narrativo de José González Gálvez.

La mayoría son de poetas: Octavio Paz, Jaime Sabines, Eliseo Diego, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Mario Benedetti, Marco Antonio Mondes de Oca. Puede deducirse que nos encontramos frente a un narrador formado por la poesía.

La sapiencia del autor y su extraordinaria cultura dejan paso, en ocasiones, a sorprendentes hallazgos, ya humorísticos (“Me siento inútil como un fonógrafo descompuesto”), ya estremecedores en su profundidad (“A mi lado Lía soñaba con un cardumen de peces ciegos”).

Bienvenida la manifestación de José González Gálvez, su aparición, su Epifanía de mar.

Elena Poniatowska

Editorial Espiral 
1997