Te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura.
Xavier Villaurrutia
Desde hace veinticuatro meses exactamente, soy dueño absoluto de mi recámara. ¡Por fin, mi anhelada zona sagrada!
En el centro de la habitación se enseñorea mi cama queen size, vestida con sábanas azules de algodón y cinco almohadones con fundas de la misma tonalidad; un pareo hace la función de sobrecama. De ambos lados, existen dos buroes de madera cruda con herrajes antiguos, sobre ellos un par de lámparas de cerámica blanca en forma de cilindro con base de aluminio. A modo de cabezal, la pared desnuda, pintada de color piñón. Del lado derecho se encuentra una vitrina de rattán con mis portarretratos favoritos, con fotos de mis hijos, mi hermana, mi mamá y una Santísima Trinidad que perteneció a mi abuela Celia; un gato de porcelana que compré en Sausalito, y una lámpara votiva art decó. Enfrente, un amplio closet de caoba.
En el lado izquierdo de la cama existe un ventanal que ocupa la pared completa, en la esquina, una maceta de barro con un laurel de la India recortado. El baño es pequeño pero confortable, el sanitario cómodo, el lavabo bien fijado. En la regadera paso momentos inigualables, refrescándome y cavilando en las bondades únicas del agua.
El balcón, siempre con las ventanas abiertas, es mi refugio verde. Por ahí quiero que entre la rosa de los vientos cuando esté desorientada, y el invierno terrible que me abanicará en el momento en que mis huesos se despostillen, y la memoria se equivoque en las esquinas de los cuatro puntos cardinales.
Aprendí a dormir desnudo, porque cuando descanso quiero sentirme sin ataduras, pienso que de esa manera la piel se recompone y tonifica. Cuando hace un poco de frío me cubro con un edredón ligero.
Actualmente leo un diario de viajes de Julieta Campos, escucho música chillout, lounge, o jazz, prendo incienso con olor a lavanda o sándalo, y cuando el sueño me invade duermo placenteramente, sin sobresaltos.
La recámara es mi refugio, mi muro de los lamentos, mi quinto misterio gozoso, mi amante furtiva. Es donde escribo, donde creo, donde doy vida a mis inquietudes y donde barloventeo en la mar oceána de los sueños.
José González Gálvez
Febrero de 2011
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